Abc, 13 de Mayo de 1989
Ignacio Ruiz Quintano
Torear bien es que no se desperdicie nada en la embestida del animal, y su aparición en Madrid aquel 9 de octubre fue causa entre los espectadores de una estupefacción sólo comparable a la que produjo en Belmonte el hecho de que una mujer gallega fuese guapa. Declara el torerillo de dieciséis años, y su faena otoñal en Las Ventas constituyó un emocionante ejercicio de chulería suprema, por la morosa armonía de sus desplazamientos, la calculada plástica de sus pases y la estimulante frescura de sus desplantes. Había nacido una estrella, se llamaba Enrique Ponce, y algunos aficionados decidieron conservar, como recordatorio, el boleto de la faena del 9 de octubre -consagrado, por cierto, a Cúchares, el de María, ya sabes, las chuletas a las siete-, igual que otros aficionados, en otra época, atesoraron el boleto de aquel 6 de septiembre en que Manolete diera su primer pase mirando al tendido.
No mata bien este Ponce: brazo en alto, echándose hacia fuera. Dicen que así lo hacía Joselito Gallo y fue el más grande...
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Ignacio Ruiz Quintano
Torear bien es que no se desperdicie nada en la embestida del animal, y su aparición en Madrid aquel 9 de octubre fue causa entre los espectadores de una estupefacción sólo comparable a la que produjo en Belmonte el hecho de que una mujer gallega fuese guapa. Declara el torerillo de dieciséis años, y su faena otoñal en Las Ventas constituyó un emocionante ejercicio de chulería suprema, por la morosa armonía de sus desplazamientos, la calculada plástica de sus pases y la estimulante frescura de sus desplantes. Había nacido una estrella, se llamaba Enrique Ponce, y algunos aficionados decidieron conservar, como recordatorio, el boleto de la faena del 9 de octubre -consagrado, por cierto, a Cúchares, el de María, ya sabes, las chuletas a las siete-, igual que otros aficionados, en otra época, atesoraron el boleto de aquel 6 de septiembre en que Manolete diera su primer pase mirando al tendido.
No mata bien este Ponce: brazo en alto, echándose hacia fuera. Dicen que así lo hacía Joselito Gallo y fue el más grande...
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