Cinco millones de parados y en el bar sólo se habla de la huelga del fútbol. ¡Qué ocasión para un buen demagogo! Por ejemplo, Rubalcaba, que podría militarizar a los clubes como militarizó a los controladores. Si no se puede dejar a los españoles sin puente de la Constitución, ¿por qué se los va a poder dejar sin partido de fin de semana? Menuda imagen, los soldados entrando en las oficinas del Barça como entraron en las terminales de Barajas. Con una opinión pública engorilada por la guerra de Libia, Rubalcaba ganaría de calle la sucesión sobre María del Carmen Chacón Piqueras y su marido, y con la sucesión, otros cuatro años de faisanaje, puesto que Rajoy pasa de fútbol, que lo suyo es la serpiente multicolor comentada por Lale Cubino.
—¿Y la Selección?
Sí, pero no. El viernes jugó en Granada, y los dos promotores de boxeo importantes, Valenciano y Sánchez Atocha, organizaron a la misma hora una velada en Navalcarnero a pabellón lleno, y de gente bien joven, para la que tenían más tirón las fintas del ruso-madrileño Petrov que los goles del asturiano Villa. Este Petrov no tiene que ver con el que tapona a Alonso en los coches, aunque parecen igual de listos. Nuestro Petrov es un ligero maravilloso, un Déxter del cuadrilátero que nos devuelve a la belleza del deporte más bello del mundo, pues nos enseñaba a vivir y también a escribir, con las crónicas de Mailer y Vadillo.
La Selección es fútbol, pero le han quitado el gas del fervorín patriótico, razón por la cual sus partidos sólo interesan en los días decisivos. Lejos de la fase final de un Mundial o una Eurocopa, entre el marqués de Queensberry y el marqués de Del Bosque… no hay color.
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