José Ramón Márquez
Empezamos la temporada con Pablo Romero –quiere decirse Partido de Resina- y la terminamos con Graciliano -quiere decirse Juan Luis Fraile-. En ninguna de las dos ha tenido a bien aparecer ninguna figura, ni de la parte contemporánea -quiere decirse July-, ni de la parte clásica y asolerada -quiere decirse Juan Mora-. Ése es el auténtico diagnóstico de la fiesta: los toreros que se dicen importantes sólo torean lo que a nadie importa. Con una mísera tarde de otoño, los terminales mediáticos tratan de salvar la penosa temporada de Madrid y las descacharrantes ferias de San Isidro y de Otoño. Mañana Alfredo Ríos, El Conde, Luis Vilches y Eduardo Gallo tienen una cita con lo único que hace grande al toreo: el TORO.
Empezamos la temporada con Pablo Romero –quiere decirse Partido de Resina- y la terminamos con Graciliano -quiere decirse Juan Luis Fraile-. En ninguna de las dos ha tenido a bien aparecer ninguna figura, ni de la parte contemporánea -quiere decirse July-, ni de la parte clásica y asolerada -quiere decirse Juan Mora-. Ése es el auténtico diagnóstico de la fiesta: los toreros que se dicen importantes sólo torean lo que a nadie importa. Con una mísera tarde de otoño, los terminales mediáticos tratan de salvar la penosa temporada de Madrid y las descacharrantes ferias de San Isidro y de Otoño. Mañana Alfredo Ríos, El Conde, Luis Vilches y Eduardo Gallo tienen una cita con lo único que hace grande al toreo: el TORO.