Francisco Javier Gómez Izquierdo
Es fama que jugando en la Gimnástica de Torrelavega, donde también lo hizo un vecino mío de 90 años del que ya puse algo en Salmonetes... admirando su lucidez, un ariete no se sabe si cántabro o vascó partió la nariz de Juan Carlos Arteche a edad juvenil, y desde entonces lució figura de boxeador con la cabeza un tanto ladeada, como suelen ponerla los que te miden de arriba a abajo buscándote la tara.
Arteche era sólo dos quintas más mayor que yo, por lo que coincidió su trayectoria con el agravamiento de mi fiebre de aficionado. Mucho antes que Mourinho y Cristiano impusieran la moda portuguesa, al Rácing de Santander vinieron Damas, un señor portero, y Quinito, que tenía barba y cabellera de Robinsón. Con ellos empezó Arteche. Al lado de Chichón y Geñupi... pero recuerdo que el bueno era Camus. En la temporada 79-80 fichó por el Atlético, y también recuerdo como si fuera ahora mismo una entrevista al defensa Juanjo en la que aseguraba que en el Atlético no jugabas si no dabas patadas. Juanjo se fue y Arteche se quedó muchos años. Leo que diez.
En el Vicente Calderón se encontró a Luiz Pereira a su llegada y dejó a Goicoechea, zaguero de su misma escuela, al mando de la retaguardia rojiblanca cuando Gil lo sentenció. En el vestuario no mandaba Goicoechea. En el vestuario mandaban Tomás y Futre, y el rudo defensa montañés, junto a Setién y Landáburu, sus compañeros más leídos, le ganaron a Don Jesús el partido de los juzgados.
Un servidor veía muchas limitaciones en el futbolista, pero algo tendría que se nos escapaba a los aficionados. Jugaba siempre y hasta fue internacional.
Con "animus injurandi", como dicen los leguleyos de la igualdad para perder a los malcasados, fue bautizado por alguno de sus compañeros como "Algarrobo", no siendo éste el árbol que correspondía a la dureza y rigidez de su tronco.
Descanse en paz.