Ignacio Ruiz Quintano
Alguien que parezca incapaz de encontrar una oración en la Biblia, ¿conseguiría el dinero que requiere el gigantesco movimiento intelectual que la patria ha puesto en marcha? Los titulares de los periódicos no dejan lugar para la duda: «Serra pilotará el primer “tanque de pensamiento” español.»
Total, que la interpretación que Camba hizo del patriotismo alemán de entreguerras vale igualmente para el pensamiento español contemporáneo: «¡Qué agradable debe de ser para un buen patriota (y pensador) el ver que cuanto más se sacrifica por la patria (y el pensamiento) más dinero ingresa en su cuenta corriente! El periodismo y la política nos ofrecen numerosos ejemplos de hombres cuya fortuna ha ido aumentando a medida que aumentaba su patriotismo (y su pensamiento) y que, al final, cuando hablaban de la patria (y del pensamiento), pensaban en el talonario, y cuando pensaban en el talonario, hablaban de la patria (y del pensamiento).»
Por algo decía Ortega que pensar es una erección, pero ya comprenderán ustedes que la supremacía de lo espiritual y el retorno a los valores morales a todos nos imponen una prosa más etnológica. Para Ortega, el pensador siempre va adelante avizorando el panorama del futuro, pero sus contemporáneos, como no miran lo que él mira, lo interpretan mal, y así se explican las críticas contra ese primer «tanque del pensamiento» español desplegado por Serra con el nombre de Elcano, suponemos que como guiño al primer hombre que dio la vuelta al mundo, sin más recompensa, por cierto, que un globo por escudo con la leyenda «Primus circumdedisti me» que le concedió Carlos V.
Si hablamos de Elcano, el «referente» no podía estar mejor escogido. ¡Un globo por escudo! O no sabemos hacia dónde va el mundo, o estamos hablando del padre de la globalización. El detalle, como decíamos, no ha pasado desapercibido para los antiglobalizadores de guardia, constituidos en recio baluarte contra los embates de las fuerzas y doctrinas que desde el «tanque del pensamiento» se lanzan al asalto de la ignorancia.
Si hablamos de Serra, tampoco podía estar mejor escogido el tanquista, y eso sólo lo sabemos quienes hemos compartido muchas horas de hogar en el CIR de Araca con los «bisas» del Flandes. Porque, en general, el español es de piso bajo —«santo de pura peana», decía Ortega—, y nadie negará que Serra es español y, además, vice con todos los gobiernos. ¿Qué más da? Si de veras ha sido suya la idea de enviar un «tanque del pensamiento» a luchar por la imagen de España en el mundo, debe de haber mucho de griego en su ática imaginación y mucho de árabe en su dulce cadencia y mucho de romano en su segura prestancia. De hecho, hay quien diga del director del nuevo Instituto Elcano lo que se decía del director del viejo Instituto de Cultura Hispánica, que era un santo que andaba suelto por el mundo, y que si hubiera sido mujer, habría sido mujer mala —en el sentido que el lector menos perspicaz advertirá—, pero no por maldad, sino a causa de su bondad, por absoluta incapacidad de negar a nadie nada: un cargo, un discurso, un artículo... En fin, todas esas ramas del viejo y jugoso tronco de nuestra cultura oficial, liberal donde las haya para con sus hijos más modestos, como lo acredita la puesta en marcha de un «tanque del pensamiento» al servicio de todos los demócratas, aunque pilotado con seriedad y técnica comerciales.
Frente al alud arrollador de asuntos, proyectos y solicitudes, Serra no marchará solo en el tanque. Con él, y bajo el simbólico árbol de la ciencia, se reúnen tres ex presidentes de gobierno, títulos, estos de «ex», democráticos y puramente suntuarios, pero que siempre vienen bien para evocar ante las gentes un pasado más o menos glorioso. Serán «ex», mas tendrá sentido. Helos ahí, con todo el ardor de su temperamento y la generosidad de su estilo de vida, dispuestos a seguir dando ideas y energías tradicionales en servicio de una ordenación del mundo donde reine, además de la democracia, la sabiduría. Versículo quinto del capítulo tercero del Libro de la Sabiduría: «Y los halló el Señor dignos de Sí.»
Serra
El Heraldo / Ramón J. Campo
Helos ahí, con todo el ardor de su temperamento y la generosidad de su estilo de vida, dispuestos a seguir dando ideas y energías tradicionales en servicio de una ordenación del mundo donde reine, además de la democracia, la sabiduría. Versículo quinto del capítulo tercero del Libro de la Sabiduría: «Y los halló el Señor dignos de Sí.»