Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Tom Paine del Brexit, Nigel Farage, anuncia su retirada de la política de representación (en Inglaterra tienen esas cosas, qué le vamos a hacer) para dedicarse a luchar contra el nuevo orden occidental, que es el que nos venden los chinos.
Gombrich encabeza “El sentido del orden”, su libro sobre la decoración, con una observación de su íntimo amigo Popper:
–Fue en primer lugar en los animales y en los niños, pero a continuación en los adultos, donde observé el extremado poder de la necesidad de regularidad; de la necesidad que les hace buscar la regularidad.
La dictadura como orden y la hegemonía (cultural) como decoración. La cosa huele a Gramsci, autor que cae bien entre la derecha liberalia (“yo no soy de derechas, yo soy liberal”, retoza Villacís) porque, después de todo, dice que la hegemonía cultural se conquista en la sociedad, no en el Estado, y así no incurre uno ni en fascismo ni en comunismo. Los casandros más pesimistas esperaban una lluvia de meteoritos y nos ha caído algo peor, una lluvia de majaderías en forma de sostenibilidades y resiliencias que impide toda disidencia.
El odio al disidente no se cultivaba así desde las purgas estalinistas. ¿Por qué? Gombrich aplica las teorías de la información a la decoración, y la tesis de su libro, que se subtitula “un estudio sobre la psicología del arte decorativo”, es que lo que llama la atención es siempre una ruptura del orden.
El Estado de Bienestar multiplicó el número de pobres, que los pobres quieren ser ricos, pero también multiplicó el número de ricos, que los muy cabrones bajo ningún concepto quieren dejar de serlo, razón por la cual han establecido un orden occidental que va de la América de Sleepy Joe a la España de Sánchez, pasando por la Venezuela de Maduro: cultura comunista, economía capitalista y gobernanza (lo que los griegos llamaban economía) de señoras Danvers. ¿Y enfrente? “Rinos” en América, “caprilitos” en Venezuela, y en España, liberalios, cuyos enunciados son como poesía.
[Martes, 9 de Marzo]