sábado, 25 de enero de 2020

Sedición

 August Hamon


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El código penal es la medida política de un país, y en un país que aprovechó la posmodernidad para hacer de la traición una virtud social es natural despenalizar la sedición.

    –El camarada Vishinski llegó y lo puso todo en orden –se dice en “La facultad de las cosas inútiles”–. No tengan miedo del Derecho, dijo, nos llevaremos bien con él. Lo amputaremos sólo un poco.
    
Aquí, para el ministro de Justicia, que se da un aire a Arévalo, el humorista, sedición y rebelión son delitos del XIX, “de cuando había tanques por las calles”. Se ve que titubea entre la abolición de las prisiones de Kropotkin y el determinismo (todo es “ocasionado”, todo es “necesario”) de August Hamon, para quien la única verdad científica era “la irresponsabilidad de todos”.
    
España es hamoniana (“una rumba bailada alrededor de un jamón”) y sólo los toros la salvan: “No poco han contribuido los combates de toros a mantener un cierto vigor en la nación española”, se dice en “Un Proyecto de Constitución para Polonia”, editado en Londres en 1782, que Azorín halló en el París del 45.
    
De la sedición se ocupó en su día Santo Tomás de Aquino; ahora lo hace Adriana Lastra, cuyo partido protagonizó en el 17 la primera “sedición social”; el relato periodístico de las detenciones parece un homenaje a Terry Jones, “la madre de Brian” que se nos fue esta semana: “En la casa de Gualterio José Ortega sorprendieron a Largo Caballero escondido entre dos colchones de una cama; debajo de ésta, a Saborit; detrás de un armario ropero, a Besteiro; y tras una cortina que dividía la habitación con la cocina, a Anguiano. Virginia González fue detenida detrás de una tinaja en esta última habitación”. Cumplieron un año en Cartagena, de donde salieron para ocupar sus escaños.

    Hoy, para el Código, la sedición va contra el orden público (“la tranquilidad”, ese invento de Napoleón). La rebelión, en cambio, iría contra la Constitución, y eso significa que antes del 78 no existía. Ni la rebelión ni la nación ni... nada.