Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Para el verano el periodismo escocés tiene la serpiente del lago Ness, y el periodismo español, la coleta de Pablo Iglesias, que al fin habló de economía.
Lo hizo en el Estrasburgo de Gecé y con el ejemplo: almorzando el menú parlamentario de seis euros.
–Algunos se dicen más ciudadanos porque comen menús de 6 euros –contestó María Soraya en El Escorial de Felipe II–. A los que comemos un sándwich en el despacho nos sobran 3,5.
“¿Los sándwiches constituyen un alimento completo y recomendable?”, se preguntaron en ABC Salud.
María Soraya venía de comerse un sándwich parlamentario de veintiséis leyes económicas en un decreto, un invento de Napoleón III que la democracia a la española usa como si fuera su guante Varadé.
El argumento de María Soraya, que por algo es abogada del Estado, fue la verdad del barquero: en cuarenta años de Democracia se han aprobado más de 560 decretos; por lo tanto, el decreto es un instrumento “legal”.
Lo que no se entiende es que, gobernando por decreto (ese gintonic de liberalismo autoritario y socialismo utópico del último monarca francés), no se tenga tiempo para el almuerzo, que es legado moro y, dicho por Pemán, la institución de derecho público más vivaz y expresiva que se conservaba en España.
–El almuerzo produce la benevolencia. El ministro del almuerzo es la mitad del ministro del desayuno. A las tres sólo es un gran deseo de complacer para poder irse a echar la siesta.
El margen de maniobra de la economía española está hoy entre los seis euros del menú de Pablo Iglesias y los dos y medio del sándwich de María Soraya.
En economía, Iglesias sale de Monedero, ex asesor de Llamazares, que no vive mal sin trabajar, y Soraya viene de Torres Villarroel, que huía de los abogados porque se le merendaban la cena.
Nada, en fin, que no pueda arreglarse en un almuerzo.
–Bermella es su cara / cá es almorzado –dice el juglar de un hombre de Ruy Díaz que sale de su quéchua en el poema del Cid.