jueves, 24 de julio de 2014

Autos


Las bicis para ministros que Ana Botella ha dispuesto en Serrano, donde Ferrari ha cerrado


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Eso de que, por ahorrar, el ministro de la gobernación se apropie del coche de un mafioso, ¿qué quieren que les diga? No deja de ser el chocolate del loro, siendo “loro” y “chocolate” voces blancas en la jerga criminal.

    Periodísticamente, arruina esa muletilla del cronista común que arranca: “El señor ministro llegó conduciendo su propio automóvil…”

    El ministro de la gobernación es el enemigo natural del mafioso, de cuyos bienes no se puede apropiar sin incurrir en esas supersticiones que sir James Frazer describió en “La rama dorada” de guerreros que devoran a sus enemigos para apropiarse sus poderes.

    Como MacArthur desacralizó al emperador del Japón paseando por el centro de Tokyo a lomos de su caballo blanco, que acabaría dando vueltas por la pista de un circo americano, así el ministro Fernández con los “hummer” de los Soprano.

    –¡También mi padre fue de “eso”!
    
Es la exclamación de que se valía (en busca de solidaridad sentimental) Currito el Sabio, vendedor de autos en Cádiz, mirando al botoncito del ojal del cliente, símbolo de alguna adhesión benéfica, social o religiosa.

    Pemán lo vio vender automóviles con su sombrero ancho y su varita de junco en la mano.

    –Anda, Manué, dale una vueltecita para que lo vea aquí el señó.
    
Y Manué, que era el chófer, le daba al automóvil, delante del cliente, una vueltecita de picadero (como la de MacArthur en Tokyo).

    (La abuela de Pemán guardaba recortada en su cajita de costura la definición que “Punch”, la revista de la burguesía inglesa, hizo del automóvil: “Un coche en que los animales, en lugar de ir fuera, van dentro.”)
    
No me gusta que el ministro vaya en un auto que no es suyo. Se empieza con un ministro paseando en el “hummer” de un mafioso y se termina con su esposa yendo a la compra en el “Fiesta” incautado a un mileurista que no puede pagar las multas de aparcamiento.

    Pero si es por ahorrar, ¿por qué no usan las bicis con redecilla salvafaldas de Ana Botella?