domingo, 27 de julio de 2014

Decadencia

El Gatopardo

Emilia Landaluce
Abc
 
Hace unos años, un amigo alemán nos llevó a conocer el campo de concentración en el que había estado preso durante el Nazismo. «Pasábamos el reconocimiento médico y si no estabas bien...», y entonces se pasaba el índice por el pescuezo. Algún tiempo después, nos quiso enseñar Benediktinergymnasium Ettal, el colegio en donde había estudiado a principios del Siglo XX. ¡Qué bonito!, nos maravillábamos. Él, sin embargo, no quiso seguirnos y se quedó en la puerta. «Id vosotros que yo os espero fuera. Aún tengo escalofríos por lo mal que lo pasé aquí». Sí, tenía mejor recuerdo del campo de concentración que del colegio.

Sicilia huele a manzanilla y azufre. Ayer llegué a Palermo después de una semana confinada en Salina, una de las islas Eolias amén de nobilísimo principado de Don Fabrizio Corbera, «El Gatopardo» imaginado por Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Han sido estas unas vacaciones un tanto singulares. Desembarcamos sobre el volcán con el firme propósito de renunciar a las delicias sicilianas y retornar a Madrid delgados, morenos y abstemios. Y así fue. Durante estos días evitamos el vino de la región, la pasta con le «sarde» (sardinas), los proverbiales «canolli»... Nadábamos hasta el mediodía y por la tarde, trepábamos hasta la cima del Fossa delle Felci, uno de los dos volcanes extintos. Después de cenar, mirábamos refulgir la lava de Stromboli recreándonos en el gozo del sacrificio. Nuestra llegada a Palermo fue la excusa perfecta para acabar con esta disciplina. Quisimos asaltar el Palazzo Lanza Tomasi, donde Nicoletta, una duquesa casada con el heredero de Lampedusa, da clases de cocina a los extranjeros. Hermosa decadencia, pensamos. Y ante este abismo de la ruina, nos pusimos a pedir «negronis» y torta «sette veli». Hoy me arrepentiré. Bello oxímoron hablar del presente en futuro. Pero si hay quien tiene mejor recuerdo del campo de concentración que del colegio, es natural, que sin comer, beber, ni «contiguitos» ni amores haya quien prefiera trabajar a las vacaciones. Y mañana a comer rabo de toro a Salvador.