Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Como todo lo que nos entra por los ojos y los oídos es propaganda (Putin y Netanyahu son los cascamorras del momento), hay que leer entre líneas para estar informado.
Me dicen, por ejemplo, que la Academia de Muñoz y Marías, buenos admiradores de la prosodia de Pepiño Blanco, ha admitido a su diccionario las voces “setiembre” y “otubre”, que ni siquiera han de estar pendientes, como los fichajes del Madrid, de la revisión médica.
El hecho de que ya se pueda decir “setiembre” y “otubre” no me da buena espina, pues prefigura un otoño muy, pero que muy feo, y este pánico me lleva, por la vía de Steiner, a “Las veladas de San Petersburgo” del conde saboyano Joseph de Maistre, que en 1821, y partiendo de la teoría del pecado original, concluyó que la Europa del siglo XX se ahogaría en sangre, con matanzas industriales de seres humanos en campos de concentración, que eso es terror profético, y no el manifiesto federalista de Pepe Ramoneda.
Lo que a Steiner (y a cualquiera) le impresiona de Joseph de Maistre es que descubrió, mucho antes de Orwell, la congruencia esencial que existe entre el estado del lenguaje, por una parte, y por la otra, la salud del cuerpo político: la correlación exacta entre la descomposición nacional (e individual) y la degeneración del lenguaje.
–Toda degradación individual o nacional es anunciada en el acto por una degradación rigurosamente proporcional en el lenguaje.
Sólo hay que ver los manifiestos ramplones de la intelectualidad, y recomiendo el federalista, suscrito por una selección de “escritores, abogados, políticos, cineastas o economistas” en favor del “federalismo”: no dicen si el municipal de Proudhon o el estatal de Hamilton, pero en manos de esta tropilla de improvisadores anda España, aquel viejo cuadro que hoy estos federicos (partidarios de lo que sea el federalismo) quieren hacer añicos al objeto de crear un puzzle tan moderno… como ellos.
La movida, en “setiembre”. U “otubre”.