Alain
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La equidistancia del centrista sólo es una caricatura del asco.
Asco a la política, que requiere de un enemigo. Sin enemigos, no hay política. Es el “yo no soy de derechas ni de izquierdas” del emboscado contemporáneo, gansada refutada ya en tiempos de María Castaña por Alain, Émile-Auguste Chartier, santón de Aron y Weil, que atribuía la expresión a la gente más de derechas y lo bastante cobarde para no admitir en público que estaba, en terminología de la época, “contra el reparto”. ¿Quién conoce a un centrista que le haya “repartido” algo?
El centrismo sería, pues, la gazmoñería del fascista (puestos a banalizar el término, como es la moda): nada que ver con ese asco español descrito por Ruano como “la honda melancolía de quien piensa y escribe en España.” ¿Qué han pensado o escrito los centristas de guardia? Uno, Espada, piensa que el liberalismo de “Estao” no debe hacerse cargo de los disminuidos psíquicos, que son mucho gasto. Otro, Carreras, escribe, sin citarlo, el discurso de Girón en Valladolid, cuando la gironada: “La dialéctica del pueblo español –dijo entonces Girón– debe orquestarse en forma de ‘tres grandes tendencias’ que coincidan en lo sustantivo y discrepen en lo adjetivo. Pero las tres igualmente leales al Estado, a la Constitución, al sistema político que las cobija”. Y a esto lo llaman europeísmo.
–¡Carajo! –escribe Frida Kahlo… ¡en el París del 39!–. Valió la pena venir sólo para ver por qué Europa se está pudriendo y cómo toda esta gente, que no sirve para nada, provoca el surgimiento de los Hitler y los Mussolini.
El asco centrista ni siquiera es literario, como el del joven Juan Ramón, dandy y señorito, con traje gris y guantes, que visita al viejo Villaespesa, agonizante en su chiscón, que relata Pemán:
–Dio la mano a su amigo, que la tenía sudosa de calentura, y al salir, con disimulo, se quitó los guantes y los dejó caer en la acera.
Como haría Girauta, que no es dandy, aunque también gasta perilla, con Abascal u Ortega Lara.