En el área
El mejor gol
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Los tres favoritos de la Champions -Madrid, Barça y Bayern- se evitaron en el sorteo de cuartos, por lo que la única emoción de la presente edición se nos simplificaba en quién sería el otro semifinalista. Todo apuntaba al City, pero como ya dijimos de la Juventus, entre la aristocracia balompédica de toda la vida siempre hay un signo de distinción sólo detectable en las grandes ocasiones y en los más sagrados lugares. El Liverpool tiene sangre azul y Anfield es Anfield.
El Liverpool, como la Juventus, es equipo con suficientes deficiencias defensivas que le imposibilitarán ser campeón de Europa, pero tiene ese carácter competitivo que desarma al más pintado. El más pintado es Guardiola. Eso creen él y sus incondicionales, pero Guardiola cae mal. A mí me cae mal y a la gran mayoría de los aficionados que me rodean cae muy mal. Queremos que pierda y nos lo pone difícil porque aprendió de su maestro Cruyff a hacer equipo con los mejores futbolistas del mundo. La diferencia entre Cruyff y Guardiola es que el holandés era puro talento 24 horas al día y realizaba sobre la marcha movimientos geniales. Tan geniales que a veces nos parecieron excesivamente extravagantes, como agradecer que el Zaragoza te gane 6-0 o empeñarse en hacer portero de élite a un yerno al que lo que le gustaba era el rugby. Incondicionales tipo Koeman, en vísperas del choque contra el Liverpool de Kloopp, colocaban el talento de Guardiola por encima del de Cruyff, y él, que como catalán se cree más que cualquier español y que como entrenador se tiene ya por el Mesías que anunciara su Bautista, Johan Cruyff, ha vuelto a sucumbir a su propia soberbia colocando a Laporte de lateral izquierdo y dejando en el banquillo a Sterling con un alarde creativo más estúpido que extravagante. A pesar del 3-0 no las tengo todas conmigo, pero como creo que es casi imposible que el Liverpool no marque y obligarse a cinco goles es mucho pedir en la hora de la verdad de la Copa de Europa, espero tomarme un buen Ribera a la salud del Liverpool, que también es un bar que frecuento en Burgos.
Además del 3-0 del Liverpool al City, estos cuartos dejan un gol para la Historia del Fútbol. Un gol vanbasténico al que ya le tienen puesto todos los adjetivos superlativos posibles los que viven de contar estas atractivas batallas en las que de vez en cuando se nos aparecen maravillosos imprevistos. Un partido, el de Turín, que duró dos minutos, los que tardó Cristiano en marcar un gol de ariete, se hará inolvidable por la incontestable belleza del escorzo perfecto en el segundo gol y que a vueltas con la berrea de los alfas, traigo una foto de Toño, el amigo que todo lo hace bien, que recoge un instante insólito en los Montes de Toledo, en el que el venado se empina junto a la encina en busca de la mejor bellota. Rebuscadas posturas para momentos sublimes.
La Juve que sacudió las alhajas ante el Tottenham para decirnos “aún estoy aquí”, no puede ocultar cierta decrepitud que se nos hace harto evidente cuando Buffon, Barzagli ó Chiellini, como dice el gran Hughes, hablan como jubilados. ¿No les pareció que el mejor fue Khedira? ¡Y Matuidi en el banquillo! No me hagan caso, pero para un servidor el fútbol italiano, no sólo la Juventus, padece una artrosis galopante.
¡Ah, el Barça y el Bayern en la línea de la temporada! Sin entusiasmar, pero ganando, que al final es lo que importa.