jueves, 16 de noviembre de 2017

En la muerte de Françoise Héritier


Françoise Héritier

Jean Juan Palette-Cazajus

Ayer, 15 de noviembre, ha muerto Françoise Héritier (1933-2017). “Héritier” en francés significa “heredero”. Y de alguna manera fue la heredera de Claude Lévi-Strauss. También renovadora de su universo por la novedad de una mirada antropológica que introducía las perspectivas de sexo y género. Cuando murió Lévi-Strauss, en 2009, perdí un padre espiritual. La sinceridad del sentimiento disculpará aquí la cursilería de la expresión. Mis lágrimas no fueron retóricas. Cuando la vida iba haciendo subrepticiamente de mí un ejemplar normativo y residual de su época, el pensamiento de Lévi-Strauss tanto como la belleza de su estilo, me devolvieron el pan blanco de la exigencia y del compromiso de pensar. Esa idea básica de que toda reflexión filosófica –no digamos ya ideológica– es pueril toreo de salón si no viene anclada en el espesor de la experiencia antropológica.

De Françoise Héritier no llegaré a decir que fue una “madre” espiritual. Mis comillas la habrían sacado de quicio. En filigrana de toda su obra alienta el concepto de “valencia diferencial de los sexos” que ella nombró y explicitó. Le habría encantado mostrar cómo mis reticentes comillas ilustran a las mil maravillas la paradoja etnológica de la mujer. Cómo quedó históricamente asignada  a transmitir los valores de la sociedad en el seno de la célula familiar, pero empezando por los que legitimaban su propia subordinación. Cómo fue en cambio apartada de una actividad considerada tan “varonil” como la propia guerra, la de pensar. Diría más bien que mi percepción intelectual de la labor de Héritier hace de ella una fascinante hermana mayor. Frente a su obra dedicada, directa o indirectamente, a dibujar y revelar la geografía ignota del continente femenino, sentía en primer lugar una mezcla de respeto y de pudor distanciados. En segundo lugar tenía conciencia clara de que todo su trabajo estremecía radicalmente los cimientos de la morada masculina.

El “terreno” de Lévi-Strauss era Amazonia. Françoise Héritier fue africanista. Son fascinantes sus reflexiones sobre el fundamental papel en la cultura de los humores naturales del cuerpo humano: la sangre claro, pero también la leche, el semen, las lágrimas, el sudor. Y sus reflexiones sobre la dialéctica de lo idéntico y lo diferente. Ella hablaba de la “frustración repulsiva” de los humanos frente al exceso de parecido. En cierta consonancia con la frase de Montaigne que venimos ilustrando estas últimas semanas. Hace dos días pude oír a Françoise Héritier en la radio. Su voz era afable y juvenil mientras explicaba que los más recientes estudios etnográficos acreditan la idea de que ni siquiera el hecho de que la estatura de la mujer sea generalmente inferior a la del hombre, es natural. Contaba cómo, desde el paleolítico, la mujer ha venido siendo peor alimentada que el varón, incluso en los períodos en que la propia obsesión de éste por su descendencia estaba en juego, es decir durante el embarazo y la lactancia. La pluma de Françoise Héritier, íntima y empática, también sabía alejarse de la teoría. Mostró su amor de lo cotidiano en dos deliciosos libritos impresionistas, “La sal de la vida” ( Aguilar 2012) y “El sabor de las palabras”.

Creo que aquella gran señora, honrada, entrañable y profunda, llevaba años padeciendo una enfermedad autoinmune. Este tipo de ataque del sistema inmunitario contra el propio organismo es una auténtica parábola de la condición del etnólogo. Lo decía el maestro Lévi-Strauss: nadie elige tan azarosa profesión si no lo atormenta un profundo desajuste interior con el mundo. Por eso tanto la etnología como el síndrome autoinmune son exclusivos de la cultura occidental. Refieren el autoescudriño, la comparación, la relativización, la fascinación por el espejo de la alteridad, la ansiedad de la pregunta y la cautela ante la respuesta, la permanente insatisfacción, la culpabilidad crónica. Sin olvidar la obsesión por el concepto de universalidad que irrradia toda la obra de la autora de “Masculino/Femenino” (Tomo I, Ariel 2002; tomo II, Fondo de Cultura Económica, 2007). Mi tristeza es real y profunda. Le debemos particularmente a Françoise Héritier la conciencia del abrupto camino que espera cualquier portador del cromosoma XY deseoso de llegar a ser algo más que un primate orondo y chulesco.


Con Claude Lévi-Strauss en 1991