Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo ha dicho Carolina Bescansa, la “mamá” de Podemos en el Congreso:
–Los mundiales de fútbol han hecho un enorme trabajo de normalización y de “desfascificación” de los símbolos. Aprovechemos esa ola. No nademos contra eso, porque actualmente ayudan a reforzar un eje en el que salimos derrotados y volveremos a salir derrotados.
Qué cosa sea “desfascificación” ¿quién lo sabe? Lo importante es “desfascificarse”, y a eso vamos al Mundial de Rusia con nuestros amigos Piqué, Canelita y Lopetegui en camiseta tricolor, la de la Republica que nos llevó a la guerra civil, aunque a cierta gente le hace gracia, razón por la cual algún covachuelista no ha resistido la tentación de gastarnos esa gamberrada y nos ha metido el gol.
De gamberrada en gamberrada hasta la victoria final.
La camiseta “moraíca” de “la Roja” que enloquece a Pablemos, el jefe de Bescansa, es una gamberrada igual que la declaración de independencia catalana. Camiseta de la RFEF y DUI son símbolos, se nos machaca desde el periodismo canónico. ¿Vamos a llegar a las manos por un simbolín? Los fisiólogos de los colores explican que nuestro aparato visual puede llegar a distinguir hasta diez millones de matices de color. Por eso, en la camiseta “moraíca” de Piqué, Canelita y Lopetegui, unos, pensando en Canelita, han visto un guiño a los nazarenos de Sevilla; otros, una “señera” (en la hombrera) para Piqué; y los demás, un homenaje al “Azul” de Rubén Darío (¡lo dice el Canario Flauta!), que es el libro de mesilla de noche de Lopetegui: “Y así como el del pájaro / Que triste tiende el ala, / El vuelo del recuerdo / Que al espacio se lanza / Languidece en lo inmenso / Del azul por do vaga…”
No queremos ni pensar lo que ese mismo periodismo andaría diciendo si Piqué fuera Salva Ballesta y al diseñador de su camiseta se le hubiese escapado una pluma del ala del Águila de San Juan.
A Rusia, pues, hemos de ir, con la camiseta de Azaña, obra seguramente de los hackers de Putin. Si aceptamos sin pestañear que el golpe catalán fue una gamberrada simbólica perpetrada por los hackers de Putin, menos pestañearemos al aceptar esa camiseta del Combinado Autonómico que para algunos futbolistas necesitados de metálico abre posibilidades inmensas descubiertas por Fellaini, el bregador del United.
Fellaini ha denunciado a la marca deportiva que le proporcionaba las botas porque eran de “mala calidad” y causa de “daños considerables”: antes de los partidos, debía cocerlas, como Charlot en "La quimera del oro", para estirar el cuero y poder calzárselas. Por las botas, sostiene Fellaini, perdió su empleo, y solicita una millonada en concepto de indemnización. ¿A dónde no llegaría la imaginación del abogado de Fellaini con esa camiseta republicana de Lopetegui entallada en un jugador supersticioso?
Piqué, Canelita y Lopetegui velan armas envueltos en la “azañosa” camiseta para “desfascificarnos” el martes ante Rusia, la Rusia culpable de Serrano Súñer; la Rusia que hizo proclamar a Forcadell, con TV en directo, una Republiqueta en Cataluña; la Rusia cuyos hackers (¡oh, duendes de la imprenta!) nos han trullado la camiseta.
Para los “prograjos” (progres viejos) se trata de una anécdota sin importancia, pero al filósofo más alto de la Nación (tan alto que Ortega, pesaroso, no lo menciona ni una sola vez en sus obras), Santayana, le afectó mucho que su hermano Robert se comprara un sombrero marinero con cinta azul: “El azul tenía significados, pero en el caso de mi hermano no. Su cinta era algo fortuito, un capricho del fabricante secundado por el descuidado gusto del comprador. Digo descuidado por no decir ordinario, porque yo sostengo una especie de sentido moral respecto a los colores, y en objetos artificiales un azul puro sin paliar me parece vulgar”.
El fascismo de la vulgaridad, que dijo Steiner. Así que… ¡a “desfascificarnos”!
EL CLAVO DE PEPE
Pepe ha tenido que irse al Besiktas para decir, con su cara de cascabel pisado, lo que piensa del piperío del Bernabéu, y ha dado en el clavo: “En el Madrid, teníamos que automotivarnos para poder jugar, ya que la afición no era tan emotiva como aquí”. Ésta fue la mayor decepción de Mourinho en Madrid: vino pensando que el estadio estaba cada domingo como lo había visto él en la final europea Inter-Bayern, y se encontró con un muermo de piperos que cantaban himnos como Pomponia en “Quo Vadis?” mientras los leones atacan. Se propuso conquistar aquel ambiente, pero ya era tarde. Mourinho marchó y Pomponia fue reforzada con “kikos”.