[“Me han dicho que ayer te vieron
con la Presencia Divina”]
Pero el recuerdo más indeleble y acendrado que tengo de Rulfo, en Berlín 1982, es el de uno de aquellos días de lujo, el domingo 6 de junio, cuando mis colegas periodistas —españoles y latinoamericanos— lo encontraron en un rincón del bar del hotel tomando un whisky conmigo, y lo asaltaron sin piedad asaeteándole a preguntas. Preguntas que respondía con suma educación y creciente cansancio, hasta que de repente, a una nueva pregunta, replicó con una calma total y sin faltarle un ápice a la educación:
-Ustedes ¿por qué no aprenden de su compañero [me señaló con la mirada], a quien le negué una entrevista y a cambio de eso nos hicimos amigos?
Es el mayor elogio que me han dedicado en todos mis muchos años de profesión.