jueves, 6 de agosto de 2015

Vicisitudes penitenciarias de doña Isabel Pantoja



Francisco Javier Gómez Izquierdo

       Las peripecias penitenciarias de doña Isabel Pantoja amenazan folklórica jurisprudencia y demuestran desconcertante ignorancia entre los que presumen de conocer el Derecho.
       Doña Isabel fue acusada seriamente de recibir privilegios desde la dirección de “su” talego, como si el nombramiento de directoras y directores fuera rigurosa decisión en la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, y no la discrecionalidad y caprichosa elección de responsables políticos que eligen astutamente a obedientes señores y señoras que harán todo lo posible por no molestar a quien tanto deben. Sería interesante hacer un recuento de directores y directoras colocados a dedo al frente de las prisiones españolas con título de Psicología, orgullosos de un estatus que nunca sospecharon cuando interpretaban aquel test de Rochard que tuvieron como catecismo. Ahora, con poder, rubrican órdenes en ocasiones absurdas, mientras tratan de olvidar la frustración de -gracias sean dadas a la ciencia médica- no poder firmar recetas
     
       Gracias a la Inspección Penitenciaria, doña Isabel resolvió el asunto de los privilegios, aunque sinceramente no creo que existieran, porque no es cierto que al interno que ingresa en prisión se le dé un colchón vomitado, no es cierto que no se pinten los chabolos, no es cierto que comprar por recadero o demandadero, empleo que existe en las cárceles y que se dedica a tramitar y facilitar los pedidos de artículos no prohibidos  a los internos (soja de una marca determinada ó unas zapatillas Adidas, un poner, que no se ofertan en el Economato), sea un privilegio. El privilegio en el talego es tener dinero para comprar atún y tabaco y pagar buenos abogados. Luego está el arte del preso, mejor el interno, en hacerse simpático a los funcionarios y sobre todo a educadores, psicólogos, subdirectores y director... Si además alguien importante llama interesándose por la situación penitenciaria -recuerden al señor Rafael Vera o al célebre De Juana Chaos-, el Equipo de Tratamiento actuará, seguro conforme a Derecho, pero sobre todo de acuerdo “con la sensibilidad adecuada en cada caso”.  No es disparatado que doña Isabel Pantoja salga de permiso. Tampoco que se le apruebe el tercer grado... pero doña Isabel no ha actuado correctamente presentándose en un hospital privado en vez de en el centro penitenciario al acabar su permiso.

       Se ha colado mucho doña Isabel, y sin estar demasiado al tanto de cómo se interpreta en estos años el Reglamento Penitenciario, me parece que la pueden acusar de quebrantamiento de condena, porque su obligación y compromiso era presentarse en el departamento de ingresos de la cárcel de Alcalá de Guadaíra. Lo hizo por escrito, seguro.

    Doña Isabel debió presentarse  en la cárcel al sentir los primeros síntomas preocupantes y no  agotar el disfrute total del permiso, porque éste no es un derecho. Es un beneficio, doña Isabel. Internos hay que se reincorporan el mismo día de salir de permiso asustados por un cólico, un dolor en el pecho, un sudor frío...

    Desde la enfermería del Centro hubieran enviado a doña Isabel a un hospital público que le hubiera salido de balde. Si hubiera manifestado que prefiere ser atendida por médicos de su confianza y a su costa, no hubiera encontrado ningún impedimento y estaría donde ahora está. El derecho lo permita y doña Isabel habría hecho las cosas, como se dice en el talego y es cosa que usted ya debía haber aprendido... por lo legal.  Ya puestos, yo que usted me operaba de algo para que la Junta de Régimen, la de los partes disciplinarios, sopesara alegación contundente.... porque para mí, que usted ya tiene un parte y ya sabrá usted, supongo, que quitar el parte lleva mucho trámite y algunos meses.