Bocaccio
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La izquierdona madrileña, que es una marquesa de Serafín que sale a la calle en vaqueros para echárselas de jamona, hace bandera sindical de la Princesa, el hospital que el gobierno de Madrid quiere destinar a los viejos, y la alcaldesa Botella ha firmado en la papela.
Esa papela nos la pasaron el otro día a la firma en una casa de cocidos en la plaza de Jesús, donde el Cristo de Medinaceli. Los tres vuelcos… y la papela.
–Para que no cierren la Princesa –nos dijo el camarero.
Ni yo, ni mis amigos de mesa, un reportero jovezno y un taurino viejuno que prefiere Venta de Baños a Venecia, firmamos.
–Primero, que yo no firmo nada –dijo el taurino viejuno–. Y luego, que a mí me conviene una Princesa para viejos, porque vivo al lado y podré ir andando.
Cómo estará la cosa en el Ayuntamiento que la alcaldesa, en vez de firmar la dimisión de Villanueva, firma el “agit prop” de Méndez & Tocho.
Alto ahí, Rosa, que los viejunos se nos pierden. Esa Gran Peste nos trajo el Decamerón de Bocaccio, que no es aquella “boite” madrileña de Marqués de la Ensenada donde María Asquerino, Coll y Pepe Sacristán tan malos ratos hicieron pasar a Franco.
–Después de toda una vida contra Franco…
Alto ahí, Pepe, que los joveznos se nos pierden. En tu caso, aquella lucha antifranquista consistía en empiltrarse en el cine con las jais más resultonas de la época (o de todas las épocas, si hablamos de María Luisa San José), cosa que, según descubrimos ahora, molestaba, ya suponemos que por envidia, al general.
–¡Eso, huelga general para no llegar a lo de Grecia! (25 en 3 años) –berrean Méndez & Tocho.
En 1348, los cuentos de Bocaccio. Ahora, los sueltos de Rosa Montero.