J. B. graduado en narratología
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
A primera vista puede parecer que un lío de faldas es motivo demasiado pedestre para provocar la dimisión del director de la CIA. Pedestre, vulgarísimo y además indignante. Porque ya me dirán ustedes en qué manos estamos si el jefe de los espías de la primera potencia del mundo resulta espiado en asuntos tan burdos, rasero al completo alcance de cualquier paparazzo de la factoría Telecinco. ¿Qué clase de espías nos espían si ellos mismos no son capaces de disimular unos simples cuernos, que es una tarea de primero de espionaje superada con éxito cotidiano por multitud de hombres y mujeres en todo el mundo que no han pisado jamás una agencia de inteligencia? Mi general, no dimite usted por poner tochos, sino por ponerlos tan mal.
Pero a medida que profundizamos en el caso, descubrimos una trama fascinante de actores enfrentados en varios niveles dialécticos. En Narratología estudiábamos el esquema actancial de A. J. Greimas, un sencillo código de relaciones interconectadas a que se reduce el funcionamiento ficcional del relato clásico: sujeto (Caperucita Roja), objeto (llevarle la merienda a la yaya), ayudante (el leñador), oponente (el lobo), destinador (la mamá de Caperucita) y destinatario (la yaya). Sin embargo, al culebrón que le ha valido el puesto y la honra a David Petraeus, general condecorado con cuatro estrellas, debemos concederle la quinta reservada a las obras maestras por la sofisticación hegeliana que despliegan los complicados.
Pero a medida que profundizamos en el caso, descubrimos una trama fascinante de actores enfrentados en varios niveles dialécticos. En Narratología estudiábamos el esquema actancial de A. J. Greimas, un sencillo código de relaciones interconectadas a que se reduce el funcionamiento ficcional del relato clásico: sujeto (Caperucita Roja), objeto (llevarle la merienda a la yaya), ayudante (el leñador), oponente (el lobo), destinador (la mamá de Caperucita) y destinatario (la yaya). Sin embargo, al culebrón que le ha valido el puesto y la honra a David Petraeus, general condecorado con cuatro estrellas, debemos concederle la quinta reservada a las obras maestras por la sofisticación hegeliana que despliegan los complicados.
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