martes, 13 de noviembre de 2012

Cuajo

 
Morris Jones encontró en África algo fascinante: frente a la inmensa diversidad lingüística, existía una compatibilidad rítmica entre los africanos. Una trama rítmica común. Y eso, que África lo tiene, ¿lo puede tener Europa? Un ritmo, un tamtam, una mismo meneo de la cadera, porque la Unión Europa no debió empezar por la economía, pero quizás tampoco por la política, sino por el ritmo, por encontrar un chachachá que pueda bailar Mas

Hughes

Las elecciones catalanas parece que las dirige Mel Brooks. Comenzaron con Ciu poniendo un vídeo de la caída del Muro de Berlín, que es la imagen con la que Mas quiere asociar su proceso. España sería el comunismo y la independencia un desparrame de riqueza y Europa. No, si la cosa está bien tirada. A Mas, que sonríe con la satisfacción del dependiente que enseña un buen paño, le respondió Rajoy con algo asombroso: a usted le falta cuajo. El cuajo es en realidad algo totalmente rajoyesco, que pasó del cojonudismo al cuajonudismo. Ahora que cambian de presidente en la China, donde todos los presidentes son más o menos iguales y donde de todos se viene a decir lo mismo, que si el cambio gradual, que si la lenta transición, uno repara en que Rajoy en realidad, además de tener un cuajo bismarckiano, es que es un poco político chino. Rajoy decide como quien hace un vino.

El presidente tuvo este finde la ayuda de las fuerzas más o menos vivas, las Furias Ibéricas, la Duquesa de Alba (el pasado) y Pitita Riduejo (lo oracular), y además salió Marcelino Iglesias, al que en el PSC llevaron a hacer de maño bruto, para comparar lo del nacionalismo de Mas con los cien millones de muertos del nazismo, porque el nazismo para los políticos y algunos comentaristas es como la rosa para los poetas. Cuando no se sabe con qué comparar algo, hala, con el nazismo: ojo que así empezó Hitler, mira que vas derechito a Auschwitz...

Al final, la tranquilidad de todos está en Europa y Bruselas va a acabar siendo el rompeolas de las Españas. Rosell salió ayer pidiendo unos EEUU de Europa, y esto conviene explicarlo: Europa sí, Cataluña por supuesto y España ya veremos. Se trata de la vieja idea de la Europa de las regiones y ya se escucha la funesta frase:

-Hay que encajar Cataluña en Europa.

No saben en Europa la que se les viene encima. Tras décadas encajando sin éxito Cataluña en España, ahora le toca a Europa. Como no salga bien me imagino a Cataluña suelta como una pieza de puzzle buscando encaje en el Hemisferio Norte y a los catalanes convertidos en el nuevo pueblo judío, sólo que en lugar de Woody Allen con Buenafuente, que ha dicho que “le pese a quien le pese, a España hay que alicatarla”, acercándonos a una comprensión del Federalismo como un reformismo de ñapa. Se ha hecho tanto énfasis en la identidad que cada catalán tiene su propia idea de encaje, como si el Estado fuese una alineación de Tito Vilanova, pero resulta un alivio que la discusión se empiece a trasladar a Europa, para tortura de los muy tranquilos burócratas escandinavos.

Morris Jones encontró en África algo fascinante: frente a la inmensa diversidad lingüística, existía una compatibilidad rítmica entre los africanos. Una trama rítmica común. Y eso, que África lo tiene, ¿lo puede tener Europa? Un ritmo, un tamtam, una mismo meneo de la cadera, porque la Unión Europa no debió empezar por la economía, pero quizás tampoco por la política, sino por el ritmo, por encontrar un chachachá que pueda bailar Mas.