jueves, 7 de julio de 2011

El hombre nuevo era Rubalcaba

Rodaje, hoy, en la calle de Jenner
El mundo de Rubalcaba

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Era la ideología del futuro, que nos traería al hombre nuevo. Y ahí lo tenemos. En Francia, el viejo Dominique, “le Coq”. Y en España, el viejo Rubalcaba, Plinio de Solares, con Millás intentando ponerlo en gracioso, a lo García Pavón con el guardia municipal de Tomelloso.

Y es que toda Francia es un pobre gallo que recibió una fuerte pedrada y salta al pin-pin, con la cresta colgante y pálida, sin energía para imponerse a las gallinas –escribe Indalecio Prieto a su amigo Urréjola.

Desde luego, este socialismo tragaldabas y carpetovetónico que conocemos viene de Prieto, cuyo modelo no era el socialismo británico (“una mierdecita en cuanto a marxismo puro”), sino el francés (¡ah, el francés!), pero antes de la pedrada al gallo en la cresta, claro, y el consecuente pesimismo aniquilador de Léon Blum y su socialismo humanista.

Rasgos de socialismo humanista uno sólo ha visto en la Sgae, de cuyos directivos se dicen cosas propias de un Renacimiento.

Tiene el pulso de un inocente –dice del directivo Bautista el cantautor Víctor Manuel.

Es un tío tan austero que no tiene ni coche –dice del directivo Neri el cantautor Ramoncín.

Y Rubalcaba, que antes puso el canon que era el cepillo para el culto del socialismo humanista, ahora lo quita.

Volvemos a Prieto:

Sólo mi voluntad y mis energías se hallan incólumes para luchar por nuestra idea y en defensa del proletariado… pese a la incomprensión necia de los propios defendidos.

Prieto no era un pensador. Rubalcaba tampoco.

Prieto era un discutidor, y sus guardias metían bastante miedo.
En eso está Rubalcaba, que puede ser el primer calvo desde Franco en ocupar, no ya militarmente el aeropuerto de Barajas, sino institucionalmente la Jefatura del Gobierno.

La fascinación política de Rubalcaba se basa en dos malentendidos disfrazados de misterios: su lucha antifranquista y su fórmula para acabar con el paro que él mismo ha creado.

Todo su tirón democrático pasa por el Ministerio del Interior, que es, en España, donde históricamente se ganan las elecciones.

Su lema electoral debería ser aquel “Pongo buebos de repente” de un cartel que había en la taberna “Bienmecomes” de Elorrio y que hacía partirse de risa a Prieto...

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