Ni el velo caedizo de Ana Pastor ni los vaqueros bombachos de Rubalcaba: la noticia encarna ahora en la túnica encarnada de Gadafi, esa mezcla de Torrente y la Duquesa de Alba con la mala baba de un pitbull radiactivo, que ha afirmado que entrará en Bengasi como Franco en Madrid. Ha sido mentar al verdugo del capitán Lozano y su nieto se ha apresurado a ceder las bases militares de Rota y Morón para que los aviones aliados, con los gabachos a la cabeza, desencadenen sobre Libia un asunto muy poco relacionado con las ansias infinitas de paz, la miga del alma de Zapatero, según propia confesión. ¿Y qué opinarán los Bardem de todo esto, nos preguntamos todos? ¿A qué espera Willy Toledo para tumbarse sobre la pista de despegue de Rota como el chino de Tiananmen?
Que los cineros y otros insomnes centinelas de la profilaxis democrática aparquen ahora su pacifismo de pegatina se entiende perfectamente, porque en España sabemos que una guerra es justa cuando la emprende el PSOE, pero purito fascismo cuando la apoya el PP, y debate resuelto. ¿Pero qué diferencia ontológica puede señalarnos María del Carmen Chacón Piqueras entre las bombas de Gadafi y el gas de Sadam? ¿No despacharon los saduceos de la ONU, en lo de Irak, esta misma fraseología eufemística que ahora se nos vende como “base legal para actuar”? La izquierda se ve obligada a ejecutar penosos escorzos argumentales desde que Rousseau salió con aquello del buen salvaje, pero basta echar un vistazo a las aficiones históricas del homo sapiens para advertir que nunca sabremos estarnos quietos en una habitación, lo que es causa de todas las desgracias del hombre según Pascal. Su compatriota Sarkozy lo sabe perfectamente, y por eso sólo aprestando sus cazabombarderos ha conseguido que de momento Gadafi se esté quietecito.
Y a todo esto Hugo Chávez le enmienda la plana a Bibiana Aído, que dijo aquello de que abortar es ponerse tetas, para sentenciar que ya basta de siliconeo mamario entre las venezolanas, que ponerse tetas no es nada socialista. Lujuria de derechas y guerras de izquierdas: he aquí las paradojas del nuevo siglo.
(La Gaceta)