Zapatero ha reconocido estar “emocionado” a su regreso de la gira civilizatoria que lo ha llevado a Túnez, Qatar y Emiratos. El corazón de Zapatero tiene razones que la razón desconoce, pero vislumbramos al menos cuatro posibles causas de su efusión. Están los 300 milloncejos a golpe de petrodólar qatarí –¡con lo que le repugna a este hombre que gastemos gasolina!– para recapitalizar las cajas al gusto de la casta que las retiene. No es poca alegría. Está la dicha profesoral de haber administrado a los moros unas gotitas teóricas de Transición a la Democracia, materia cuya pericia se arroga el mismo José Luis en virtud de su tesina en Derecho Constitucional y quizá también de su prólogo al Estatut y de un prefacio a Borges en libro de bolsillo.
Tenemos por otro lado el ranking de una suerte de logia femenil denominada Women Deliver, que ha situado al precursor de la cuota entre las “100 personalidades que más han hecho por mejorar la vida de las mujeres”. Ya se ve que las amazonas de la Women Deliver no computan los 4,3 millones de parados –y paradas– entre los méritos del bravo adalid de la estirpe de Eva. Y está, por último, la emoción autárquica de constatar que, pese a que su credibilidad como líder orgánico corre pareja a la de John Galliano como estudioso del Holocausto, ninguno de sus agazapados lugartenientes osará postularse al trono en aquelarres partidistas de tan acorazada endogamia como el que se celebra este fin de semana en Ferraz.
Cuentan que el espiche de Stalin generó tal terror en sus pretorianos que se registró este diálogo trémulo a las puertas del despacho mismo donde yacía aún caliente el padrecito de todos los genocidas:
-¡Ha muerto!
-Sí, pero... ¿quién se lo dice ahora?
Sin ánimo de comparar al georgiano con el leonés –el segundo dispensa el paro laboral, el primero concedía el paro eterno–, todos se preguntan quién será el aventurero que le comunique a Zapatero que le canta el careto a hule desde hace demasiados meses. ¿Rubalcaba? ¿Chacón? ¿Bono? ¿Blanco? Al hilo del relevo lo relevante, sin embargo, no es lo que Zapatero le haga al PSOE, sino lo que le ha hecho a este país ahora demediado entre pesebreros o mendicantes cuyos ciudadanos, a fuerza de prohibiciones, van remontándole metros de dignidad a la distancia histórica que los separaba de los súbditos y ya se dirigen melancólicamente a los más jóvenes con esta frase genial del Facebook: “Yo a tu edad fumaba en los bares, conducía a 120 y me bajaba pelis”. ¡Ah, qué tiempos!
(La Gaceta)