José Ramón Márquez
¿Y Mosterín? Pues que yo sepa éste no ha dicho nada aún de lo de la patada al mochuelo, o a lo mejor es que no se ha enterado, o que está liado preparando su nuevo best-seller ‘En defensa del mochuelo’. La cosa es que en un partido de fútbol va un futbolista hacia un mochuelo que estaba en la hierba, estorbando, en medio del campo de fútbol, a mitad de un partido, y para echarle sin contemplaciones le arrea una patada, que es lo que mejor sabe hacer, el hombre, y así le saca del terreno de juego de una vez.
A raíz de esto dicen (vaya usted a saber si es verdad) que se ha montado un escándalo, tachando al futbolista de ogro nauseabundo, insensible, y antiecológico y que hasta le quieren echar del país y meterle un multazo por la entrada antirreglamentaria al mochuelo.
¿Y esto, dónde ocurrió? ¿En Suiza? ¡Qué va! Esto ha ocurrido en Colombia, que se ve que allí son muy amantes de los mochuelos y son personas muy responsables a quienes les gustan las cosas perfectamente hechas. Yo, sin embargo, por más vueltas que le doy, la única utilidad que le veo a un mochuelo es echarle al cocido, entero y desplumado, para que cueza y dé su sabor y luego, antes de echar los fideos de la sopa, sacar el mochuelo y echárselo a los perros. No tengo ni idea de otra cosa para la que pueda servir un mochuelo. Bueno, ahora recuerdo a la tía Ascensión, de Retamoso de la Jara, que colocaba un mochuelo disecado atado a la parra que tenía en el patio para que espantase a los otros pájaros y que estos no viniesen a comerse las uvas cuando ya estaban maduras, pero éste era un mochuelo disecado, como se dijo antes.
Por lo demás creo que el mochuelo, como la mayoría de los bichos que hay por ahí, no tiene ni el más mínimo interés para el ciudadano de a pie, que ni siquiera le han dedicado un documental de esos de echarse la siesta para que la gente comience a ir encariñándose con ellos, como pasa con los leones.
La cosa es que el mochuelo después de recibir la patada se quedó con una cara de perplejidad asombrosa, de estupefacción, de asombro, o quizás es que ésa es la cara común de los mochuelos; y yo creo que eso es precisamente lo que ha calado en las gentes, que han quedado impresionadas por el estoicismo y el temple del plumífero, sin un rictus de dolor en ese duro trance, por contraposición a los aspavientos que suelen hacer los futbolistas en sus choques, caídas y zancadillas, que muchas veces parece que a uno se le partió el peroné y al minuto siguiente el hombre trisca por el campo como un eral recién destetado.
Sea por la causa que sea, se ve que la gente se encariñó con el bicho y los veterinarios de guardia estuvieron dando partes de la evolución de las magulladuras del bicho, que no debió ser muy satisfactoria, pues al parecer el animal terminó en ná, como dice la canción, para oprobio del futbolista.
Ahora se dice también que hay un movimiento para quitar del escudo de Colombia el cóndor y sustituirlo por un mochuelo, pero creo sinceramente que eso es darle al ave mártir un protagonismo un poco inmerecido.
¿Y Mosterín? Pues que yo sepa éste no ha dicho nada aún de lo de la patada al mochuelo, o a lo mejor es que no se ha enterado, o que está liado preparando su nuevo best-seller ‘En defensa del mochuelo’. La cosa es que en un partido de fútbol va un futbolista hacia un mochuelo que estaba en la hierba, estorbando, en medio del campo de fútbol, a mitad de un partido, y para echarle sin contemplaciones le arrea una patada, que es lo que mejor sabe hacer, el hombre, y así le saca del terreno de juego de una vez.
A raíz de esto dicen (vaya usted a saber si es verdad) que se ha montado un escándalo, tachando al futbolista de ogro nauseabundo, insensible, y antiecológico y que hasta le quieren echar del país y meterle un multazo por la entrada antirreglamentaria al mochuelo.
¿Y esto, dónde ocurrió? ¿En Suiza? ¡Qué va! Esto ha ocurrido en Colombia, que se ve que allí son muy amantes de los mochuelos y son personas muy responsables a quienes les gustan las cosas perfectamente hechas. Yo, sin embargo, por más vueltas que le doy, la única utilidad que le veo a un mochuelo es echarle al cocido, entero y desplumado, para que cueza y dé su sabor y luego, antes de echar los fideos de la sopa, sacar el mochuelo y echárselo a los perros. No tengo ni idea de otra cosa para la que pueda servir un mochuelo. Bueno, ahora recuerdo a la tía Ascensión, de Retamoso de la Jara, que colocaba un mochuelo disecado atado a la parra que tenía en el patio para que espantase a los otros pájaros y que estos no viniesen a comerse las uvas cuando ya estaban maduras, pero éste era un mochuelo disecado, como se dijo antes.
Por lo demás creo que el mochuelo, como la mayoría de los bichos que hay por ahí, no tiene ni el más mínimo interés para el ciudadano de a pie, que ni siquiera le han dedicado un documental de esos de echarse la siesta para que la gente comience a ir encariñándose con ellos, como pasa con los leones.
La cosa es que el mochuelo después de recibir la patada se quedó con una cara de perplejidad asombrosa, de estupefacción, de asombro, o quizás es que ésa es la cara común de los mochuelos; y yo creo que eso es precisamente lo que ha calado en las gentes, que han quedado impresionadas por el estoicismo y el temple del plumífero, sin un rictus de dolor en ese duro trance, por contraposición a los aspavientos que suelen hacer los futbolistas en sus choques, caídas y zancadillas, que muchas veces parece que a uno se le partió el peroné y al minuto siguiente el hombre trisca por el campo como un eral recién destetado.
Sea por la causa que sea, se ve que la gente se encariñó con el bicho y los veterinarios de guardia estuvieron dando partes de la evolución de las magulladuras del bicho, que no debió ser muy satisfactoria, pues al parecer el animal terminó en ná, como dice la canción, para oprobio del futbolista.
Ahora se dice también que hay un movimiento para quitar del escudo de Colombia el cóndor y sustituirlo por un mochuelo, pero creo sinceramente que eso es darle al ave mártir un protagonismo un poco inmerecido.