José Ramón Márquez
En algunos días las cosas son como no deberían ser.
Le pregunté hace unos meses a mi querido Pirri, ese diablo enredador y divertido:
-Oye, Pirri. ¿Y a Pepe Alcalareño qué le pasa, que no le veo muy fino?
Y el carabanchelero me respondió:
-Lo está pasando muy mal, con lo de la mujer. Tiene a los chiquillos y eso le hace cavilar mucho. La cosa pinta fea.
Hoy me entero del fallecimiento de la mujer de ese gran torero que es Pepe Alcalareño, Dolores Márquez, y creo que no hay argumento desde la afición ni desde la devoción por los toreros de verdad que uno siente que sea capaz de dar lugar a una frase, a una palabra de ánimo en momentos de tan íntimo dolor. Vaya mi abrazo para el gran torero que es Pepe Alcalareño y mi sincera simpatía hacia él y sus hijos en estos momentos duros en los que la claridad de un lance no es capaz de borrar la pena por el ser querido.
II
Nunca deseamos, aficionados como somos, la compañía de los del toro. Si acaso, de algún torero, pero nunca de los del toro, de los ‘taurinos’ dicho esto con tono altamente despectivo. Un día llegó a la andanada Juan Manuel Moreno Menor. Se había sacado un abono y allí estuvo durante tres o cuatro años, fila tres número veintidós o así. Alguien, quizás Esteban, le reconoció y nos lo señaló:
-Ése es un apoderado.
No le hicimos hueco, como suele decirse, porque siempre hemos odiado a los del toro, a los taurinos, que nosotros sólo somos aficionados y esto nos cuesta los cuartos, pero bien es verdad que su simpatía y su hombría de bien nos hicieron a veces sonreír o acaso darle alguna réplica en el mismo tono simpático, inteligente y falto de dogma que él empleaba. Anduvo siempre con rejoneadores, que es algo de lo que no entiendo; pero su leyenda en aquellos tiempos nos decía que había llevado al Paula. Cuando se puso a llevar a Chiquilín, desapareció de la andanada y, que yo sepa, jamás volvió. Hoy me entero de su fallecimiento y siento de veras su desaparición. Descanse en paz.
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*Sit tibi terra levis