Francisco Javier Gómez Izquierdo
A finales de diciembre, puse en Salmonetes... que unos italianos compraban el Córdoba CF. Cuando todo parecía estar dispuesto, la indiscreción de la prensa local nombrando a un tal Pulverenti, siciliano presidente del Catania, tiró a la basura el acuerdo, y Gaucci, el que ponía el rostro seductor a las intenciones napolitanas, tuvo que que retirarse a sus cuarteles de invierno a la espera de otro club asequible.
Ayer tarde, Víctor de Aldama, un tipo al que tildan de noble como la duquesa de Alba, es el nuevo dueño del Córdoba (pongamos que de momento). La opción de un jeque árabe multimillonario -auténtica aspiración cordobesista- ha quedado aparcada y los aficionados nos tendremos que conformar con un joven que dice ser todo un hombre de los negocios. Una de sus empresas, Aisgnium, se ha hecho cargo de la deuda de la entidad y echando mano a unos trucos legales que se pueden barajar con el Consejo Superior de Deportes, resulta que se ha pagado el 25%, pero en realidad el nuevo propietario ya tiene el 99,8 % de las acciones. En fin, un lío que no soy capaz de entender.
Donde pongo “se ha pagado el 25%” se ha de entender que D. Víctor se hace carga de la deuda de D. José Romero, el anterior propietario. Como en las hipotecas basura, el dinero no existe. D. Víctor tiene dos socios que no son sicilianos. Ni siquiera italianos. Uno de ellos podría llegar a ser el presidente del Ecuador. Como Laporta, ya lo ha sido del Barcelona de Guayaquil, y ser alcalde no le atrae demasiado. Lo más grande que hizo el socio de D. Víctor es el Estadio de Los Toreros. Después de Maracaná, el más grande de Suramérica. De Isidro Romero, que así se llama el que aún es ídolo de todo Guayaquil, dicen que tiene mucho dinero y que se ha comprometido a subir el Córdoba a 1ª en tres años. Las mismitas palabras que los socios italianos.
Los aficionados cordobeses no ven con muy buenos ojos la llegada de esta gente. Ellos querrían un moro derrochón como el del Málaga, y aún queda la esperanza de que el acuerdo se rompa como con los italianos y desembarque un nuevo Abderramán, con las alforjas llenas de leuros. Los aficionado aún confían en la atractiva Mezquita y la seductora Medina Azahara... No parece muy serio que si D. Víctor y su socio ecuatoriano no fueron capaces de comprar el Cádiz y ni tan siquiera el Móstoles, se queden con el Córdoba negociando una sola tarde.