—Bueno, bueno, pero entonces ¿qué es la personalidad?
—¿La personalidad? —contestó Ruano, el mito de Pardeza—. Yo creo, amigo mío, que es una versión. Una versión que dan los otros y que el ser humano, más o menos, acaba por aceptar.
Lo dijo al hilo de la muerte, en 1947, de Oldham Norman, famoso actor inglés herido con una daga en Macbeth por el exceso de realismo que otro actor daba a la escena.
A Mou no lo matará una daga del Macbeth (Valdano no tiene valor para tanto), pero en cada partido ha de despachar a un forastero que le envían como los que iban por la recompensa a Big Wiskie en Sin perdón. Porque, además de a los consabidos tontos, Mou se enfrenta a la industria mediática de un régimen político y cultural que tiene por mascota al Barcelona de Guardiola, un equipo de bajitos que prescindió de Chigrinski y de Ibrahimovic porque dibujado en el campo parecía un dromedario.
Los bajitos siempre caen bien en España (Umbral cita a una actriz que en el Gijón hablaba de Ruiz-Iriarte como de beber en botijo), donde el Barça de Messi suscita la misma ternura que el Rayo de Potele, mientras a Cristiano, cuyas tabletas pectorales constituyen un escándalo, se le canta: «Ese portugués / qué h. p. es», letra que, al no tratarse de un jugador de color, tampoco violenta el reglamento deportivo.
Mou no toca el organillo con el codo ni moja pan en el vermú, y, sin embargo, le dicen chulo, que es como el español medio despacha a la inteligencia. Es alucinante cómo su mera presencia incendia la espina dorsal de hombres duros de nuestro carpetovetonismo, como el entrenador Preciado, el carrilero Cani o el central Ballesteros, sin olvidarnos del navarro Raúl García, que ante una espaldinha de Cristiano sólo acertó a musitar: «...¡a que te pego una h...!»
Lo que pasa es que aquí, reinando sobre el zoqueterío futbolero, ya hay un Club de la Inteligencia presidido por Valdano, que envió a sus intelectuales como a cuzcos para que le defendieran la noche en que Mou habló de «iluminados».
—¡Que aprenda de Valdano! —gritó entonces Juan Cruz, otro español bajito y franquicia madrileña de Guardiola.
Porque Valdano, según Cruz, es la esencia del Madrid (¿cuándo habrá sido progre el Madrid?) que Mou no sabe defender.
Cuando Luis Miguel, dedo en alto, se autoproclamó el número uno en Madrid, sólo otro grande, Corrochano, supo reconocer: «Es que, en lo suyo, es el número uno.»