PARECIDOS
Lo peor que pueda decirse de un torero puro es que una tarde, de pronto, toree como July:
perfilero, enganchando al toro en el pico de la muleta, vaciando para afuera, perdiendo pasos (hacia atrás) y matando con la suerte del julypié. Es lo que en Madrid, sin motivo aparente, hizo El Cid con la inmunda novillada cuvillejera preparada para el toreo metrosexual de Manzanares, que no compareció. Cierto es que el mejor July nunca ha toreado tan bien como el peor Cid, pero los públicos, embrutecidos por los revistosos del puchero, son así de gilipollas, y, en vez de exigirle cidismo a July, afean el julysmo al Cid, quien ya cometió el error en la víspera de prestarse a la charlotada de los toreros, vestidos todos de jefes de planta de Galerías Preciados, en la Casa de las Siete Chimeneas para mendigar su equiparación a los cineros y demás parásitos del Régimen.
Ignacio Ruiz Quintano
Lo peor que pueda decirse de un torero puro es que una tarde, de pronto, toree como July:
perfilero, enganchando al toro en el pico de la muleta, vaciando para afuera, perdiendo pasos (hacia atrás) y matando con la suerte del julypié. Es lo que en Madrid, sin motivo aparente, hizo El Cid con la inmunda novillada cuvillejera preparada para el toreo metrosexual de Manzanares, que no compareció. Cierto es que el mejor July nunca ha toreado tan bien como el peor Cid, pero los públicos, embrutecidos por los revistosos del puchero, son así de gilipollas, y, en vez de exigirle cidismo a July, afean el julysmo al Cid, quien ya cometió el error en la víspera de prestarse a la charlotada de los toreros, vestidos todos de jefes de planta de Galerías Preciados, en la Casa de las Siete Chimeneas para mendigar su equiparación a los cineros y demás parásitos del Régimen.
Ignacio Ruiz Quintano