José Ramón Márquez
Tarde extraña la de ayer. En Chinchón se montó un aquelarre julista sustanciado en el clásico corte masivo de orejas y rabos, aumentado por el indulto de un novillo (sic) de la ganadería de El Freixo, propiedad del Niño Eterno. Por allí apareció, vaya usted a saber por qué, Manuel Jesús El Cid.
Mientras tanto, en Madrid, una corrida tremenda de Juan Luis Fraile concita la asistencia de la verdadera afición de Madrid, a saber: los japoneses, dos señoras con niño, los norteamericanos que siguen con palmas el ritmo del pasodoble en el paseíllo, Emiliano, el funcionario protestón del 10 bajo, el Rosco y sus discípulos, siete mexicanos, Jesús Puch, Laverón, Chiqui y Llorca, nosotros y otros veinticinco más a los que no conozco, que me imagino que uno de ellos sería el huelguista Salamanca, a quien tampoco tengo el honor de conocer. Creo que no me falta nadie. Bueno, todos esos que he puesto más arriba, y además, Morante, que hay que reconocerle el mérito y la afición de venirse a Madrid a ver a los legendarios gracilianos, pudiendo haberse ido a ver a los importantes freixos chinchoneros, suponiendo que su auténtico interés en lo de ayer fuese el de los gracilianos, claro. Siento una barbaridad que El Cid no estuviese ayer en Madrid y, bien pensado, siento que no estuviesen ni él ni Morante vestidos de oro junto a El Conde mexicano para haber disfrutado de una tarde de toros de las que de verdad nos gustan a los aficionados a los toros.
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Mientras en la tarde de ayer en Madrid Morante, todo amabilidad, atendía con solicitud a cuantos se aproximaron a él para pedirle explicaciones por los desperfectos de sus relojes en diversas plazas, en Chinchón la Presidenta Aguirre y Gil de Biedma se las tiraba de gran aficionada, y ante las importancias de Julián el ganadero, el orejero, ratificaba su luminosa idea de los toros como haute culture. Luego, Rubalcaba ha venido en seguida a darle la razón, para que se vea que esas fruslerías de la izquierda y la derecha no son más que juegos que sirven tan sólo para divertir a sus actores principales y para preocupar a la clase de tropa. A estas horas, el demoníaco Rubalcaba ha comprometido su palabra para que los toros vayan a Cultura. Creo que cuando Rubalcaba pronuncia la palabra Cultura no lo hace con los ojos puestos en ese contemporáneo concepto de cultura entendida como abrevadero en el que muchos piensan, sino en planteamientos más radicales, como el de los Actionistes Viennoises, escisión de Fluxus, que utilizaron el cuerpo propio o de otros de manera violenta, para la creación. La pregunta del millón a estas desoladas horas de la tarde, entonces, es qué demonios hacían los toreros haciéndose fotos hoy con Rubalcaba, cuando no tuvieron los arrestos de ocupar su auténtico sitio ayer, como los Actionistes, frente a los Fraile. ¿Circo es Cultura?
El Conde mexicano brinda su toro a Morante, que cada día
se parece más al padre Javier Alonso Sandoica (abajo),
en aguda observación de nuestro común amigo
Oti Rodríguez Marchante
se parece más al padre Javier Alonso Sandoica (abajo),
en aguda observación de nuestro común amigo
Oti Rodríguez Marchante