miércoles, 7 de abril de 2021

Vinicius y la Biblia

 


Francisco Javier Gómez Izquierdo

        Las temporadas que el Real Madrid no llegaba a semifinales de Champions se consideraban años perdidos, tiempo de fracasos y había que espantar un virus que amenazaba con enquistarse. Siempre ha sido así y no había madridista de provincias que no comulgara con el As y el Marca y se vistiera de presidente merengue para cargarse a Juanito, Sanchís, Míchel, "Benzemá hace ná" y últimamente Vinicius. Mi compadre Gaitu, que ha visto mucho fútbol y es madridista, se desespera con Vinicius. En estos paseos de marzo por las sendas de más allá de Villímar no dejaba de repetirme: "Que es malo sin remedio. Un auténtico petardo". Como el Gaitu, creo que millones de aficionados estaban convencidos de que el "potencial y explosividad" del chico que nos ha parecido siempre a unos pocos optimistas era gramática barata para disimular el fiasco del aún muchacho.
      

Vinicius tiene la velocidad de Gento u Overmars, que es referencia más cercana, pero le pierden las prisas y los nervios que le acuden cuando pisa el área contraria. Así falla goles como Paulino de la Fuente, que es extremo cántabro del Logroñés, pero en un día centrado se nos ha mostrado capaz de dejarnos obras de arte como, y permitan la comparación, las de Pelé, uno de los cinco más grandes futbolistas que en el mundo han sido. No me negarán que el "un colchón en el pecho" del que escribían los comentaristas sesenteros para explicar las genialidades de "O Rei" no reapareció ayer en el Alfredo di Stéfano cuando Kroos, ese señor que nació para agrimensor, envió un regalo que sólo sabe abrir un manojo de elegidos. No sé como acabará este chico que lleva un rotundo 20 en la camiseta, como si quisiera recordarnos que ése fue el año, el de la peste China, que le acusaron de lo mal futbolista que era, pero creo que hay que tener paciencia con él y que sus entrenadores le atemperen la impaciencia y le enseñen cuándo, cómo y por dónde debe adecuar sus carreras... y ¡claro está! que no haga caso a pamplinas.
     

Vinicius, como el Madrid, sufre transformaciones inexplicables en la Copa de Europa y ese gen creo que le va a vincular de por vida -deportiva, se entiende- a un club que de nuevo es gran favorito para conquistar la orejona con permiso de un Bayern de Múnich al que amenaza Mbbappé.
     

No quiero dejar de señalar lo mucho que me espanta la hipocresía que nos condiciona y que nos quiere obligar a comulgar con ruedas de molino. Llevo asistiendo a los campos de fútbol desde hace más de 50 años y he ido viendo cómo han evolucionado los comportamientos, por lo general para bien. A los dos protagonistas del "episodio racista" del Ramón de Carranza los he visto muchas veces por televisión (Cala ha pasado por El Arcángel con el Sevilla, Getafe y Las Palmas que recuerde), y drogadicto refractario a rehabilitación como es un servidor, son dos de esos a los que acuso de "chisporroteos en los fusibles de la molondra" cada vez que pecan con "una de las suyas". Reprochable es que Cala dijera lo que dice Dhiakaby que dijo porque es cierto que hay palabras que no se deben decir por educación y respeto... pero que salga tanto sepulcro blanqueado, tanto escandalizado y tanto hipócrita con ventanas a la calle que antier mismo menospreciaba por escrito y a viva voz la negritud de los futbolistas de las ligas europeas: "salvaje, bestia, animal...", hace que me pierda en un desconcierto que es imposible que sea sano para la mente y el espíritu.
     

Soy de los que creen que todo está escrito en la Biblia y achaco a su casi prohibida lectura en las leyes de Educación en general y en muchos colegios en particular la perversión de costumbres y la estupidez de muchos comportamientos que nos quieren colar como ejemplares los que el evangelista señaló hace tantos siglos: "¡Oh, guías ciegos! que coláis cuando bebéis por si hay un mosquito y os tragáis un camello. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que limpiáis por defuera la copa y el plato y por dentro en el corazón estáis llenos de capacidad para la inmundicia...", etcétera. Mateo, 23.-​ 24 y 25.