miércoles, 6 de marzo de 2019

Juan Cristóbal

La hija de Juan Cristóbal, en la silla, con la alcaldesa Carmena, ayer, ante la placa del escultor


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Lo bueno de este tiempo de votaciones es que sales a la calle y te encuentras a la alcaldesa en tu portal poniendo una placa a Juan Cristóbal.
Aquí vivió el escultor Juan Cristóbal, 1896-1961, autor del Goya de “La Pradera” y otros importantes monumentos de Madrid.
Se ve que Carmena se ha quedado con la copla del Juan Cristóbal fundador, en febrero del 33, de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, como Baroja, Marañón o Manuel Machado, ése que según el tragaldabas de Ian Gibson “mató con sus poemas franquistas” a su hermano Antonio.
Juan Cristóbal fue la bohemia señoritinga de Madrid, con Camba, Belmonte, Río Hortega, Sainz Rodríguez, Pérez de Ayala, Miranda, Zuloaga y así. Aprendió con Benlliure y estudió a Donatello. La estatua ecuestre del Cid en Burgos, inaugurada por Franco en el 55, es el Gattamelata de Juan Cristóbal.

¡C…, Boni! ¿Qué haces aquí? ¿Te has comprado piso en Gamonal? –pregunté un día a Bonifacio Alfonso, que volvía rico de Arco y que la estaba mirando.
No. Es que siempre que paso por tu pueblo me siento un rato aquí para reírme con el caballo de Juan Cristóbal.
De la escultura (y de tantas otras cosas) lo más original en español lo escribió Trevijano, que recuerda que el tamaño del caballo en una composición ecuestre es decisivo. Donatello hizo un caballo más grande de lo que pedía la estatura del jinete, portador del pergamino de la paz.
–En Padua, un caballo grande y al paso: el espíritu de nobleza que se deja fácilmente dominar. En Venecia, un caballo brioso y al galope: el espíritu de conquista y de comercio que quiere dominar. En Florencia, un caballo bien educado, moviéndose sin avanzar, en “piaffer”, el espíritu de vanidad que ni domina ni se deja dominar.
En Burgos, y esto hacía gracia a Bonifacio, que conocía el motivo, a Juan Cristóbal le salió un caballo más pequeño de lo que pedía El Cid, no por ignorar el “De Equo Animante” de Alberti, sino porque era el tamaño que cabía en su taller. El muñeco de la tarta.