viernes, 9 de noviembre de 2018

Yo el Supremo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Como ocurría con aquel rey que creía ir vestido de una tela que no podían ver los tontos, al Estado de Partidos no le perjudican nada las opiniones técnicas ni las comparaciones pedantes de sus cortesanos: su prestigio, y el de su pretendida vestimenta, sólo puede verse arruinado por la risa de un chicote que denuncie su total y ridícula desnudez. Y eso ha venido a hacer, con su brutalidad animal, Pedro Sánchez, al corregir al Supremo:

Habló el poder judicial y ahora habla el ejecutivo.
El judicial no es un poder, pero estos “piernas” hablan de poder judicial para distraer la atención del verdadero truco, que es que aquí, de Rumasa a las hipotecas, no hay más poderes que el ejecutivo ni más leyes que el consenso.

Por lo que se refiere al equilibrio de poderes, hemos podido ser víctimas de su prestigio, pero ahora, ¿qué nos importan las combinaciones que contrarrestan la autoridad de los tiranos?
Ése fue el discurso de Robespierre, ídolo del rastacueros de La Navata, al quitarse la careta ante la Convención en mayo del 93.

Sánchez es una trapisonda andante que un día, pasando por la plaza de Ópera con su Peugeot 205 oyó el “¡Tú serás rey!” de Macbeth… y se quedó con la copla. No le costó mucho hacerse con el partido fundado por un tipo que defendió en el Parlamento la licitud del atentado personal contra un gobernante conservador. Y menos todavía le costó hacerse con el Estado, pues en el Estado de Partidos el partido, que tiene el poder, es una facción del Estado, que sólo es su instrumento. Por eso Lastra manda más que Marlasca. (Hannah Arendt recuerda en “Los orígenes del Totalitarismo” que en Alemania Himmler mandaba más que Frick). Por eso Sánchez, que perdió las elecciones, es presidente del gobierno y puede hacer suyas las palabras de Bonaparte:
La revolución ha concluido: sus principios se han materializado en mi persona. El gobierno actual es representante del pueblo soberano. No puede haber oposición al soberano.
Él el Supremo.