Calle de Alcalá
Madrid
Hughes
Abc
No sé muy bien qué nombre darles. Progres ya no son. El tipo de progre clásico, setentero, no existe ya. Exige pana y demasiado conocimiento. Tampoco SJW: Social Justice Warrios, eso exige mucho activismo. Hablo del tipo de ser hegemónico en España. Socialdemócrata también es mucho decir. Es demasiado coherente. No son tampoco de izquierda programática, eso también presupone algo de doctrina. Son… ¿Qué son? Son lo que hay. Lo que hay que opinar en cada momento, la palabra justa.
Esta especie de pseudoprogre es el que en España copa casi todo. El que inunda los grupos de whatsapp. Es lo que hay. Lo que estaba en tu instituto y en tu universidad, en la tele, en la radio, dominando la cultura como las abejas dominan un jardín o los monos el Peñón. Son las voces que escoge el Parlamento Europeo si te quiere animar a meter una papeleta. Son la rabia y el parné, la causa y el paripé, son… lo ofrecido. Son sacar el córner y rematarlo, Vallekas y Madrid Central. Lo son casi todo, y no necesariamente hablo de algo ideológico. Diría que es algo superior. Algo cultural, una forma de ser.
De alguna forma, cada una de sus expresiones es una adulteración lenta del humor, de la literatura o directamente del mundo que uno recordaba. Son la aceituna vacía de cultura española rellena de imitación pop anglosajona. Fundamentalmente, son la españolada alrededor de otro tótem. Con gafas y un cinismo urbano desembalado de Amazon. Regurgitaciones sucesivas de los mismos cómicos, revistas y puntos de vista.
Dani Mateo es un representante más. Nunca le he encontrado la más mínima gracia, pero es que ni siquiera lo he valorado críticamente. Quizás sea injusto. Era algo que a mí no me podía gustar nunca, pero con lo que tenía que convivir, como el queso de cabra en las ensaladas a compartir, la oreja a la plancha o las columnas que hablan de amor. En fin. ¡Emigra o sométete! Pero desde el momento en que sucedió lo de la bandera, su in-juria de bandera, la cosa comenzó a coger otro tono. Primero fue el boicot. Eso reveló la cantidad de marcas que le habían contratado. Hacía más anuncios que Kate Moss. Eso me dejó asombrado. ¡Dani Mateo era un holding! Tenía más derechos de imagen que Neymar.
Yo no lo puedo entender: tienen la radio, las teles, las revistas, los libros, y una juventud neuronalmente intervenida a su disposición. Está muy bien. ¿Qué les faltaba? Les faltaba convertirse en una causa casi política. Jugar a teorizar sobre los límites del humor, ser contraculturales, mainstream y a la vez víctimas. Ser Krahe, incluso ser Hirsi Ali… ¡oh, nos quieren extirpar el clítoris! ¡Somos progres represaliados por una ultraderecha zulú que nos quiere extirpar el clítoris de la risa! Siempre aparece una asociación o alguien que les hace parecer serpas esforzados en el Tibet de la libertad de expresión.
Primero fue el boicot a sus actuaciones. Si no te gusta, no vayas, pero ¿montar el número? ¿No basta con no verlo o con una escueta muestra de disconformidad? ¿Hay que presionar para que cierren un teatro? La respuesta es más de lo que merecía. Pero ahora viene la denuncia y la llamada del juez. ¿Es necesario esto? ¿Ver procesionar a Dani Mateo al juzgado haciendo como que es Miguel Servet? Dani Mateo era un cómico que teníamos la obligación generacional de soportar. Ahora además le han convertido en una causa, en un hombre que toca las fibras sensibles de nuestra sociedad, en un ser que baraja el exilio. Una mezcla de Unamuno y Emilio Aragón.
¿Por qué? Porque ha aparecido la contraparte. Entre unos y otros bailan un chotis asfixiante. Humoristas malafollá, raperos sin flow, actores leninistas y brasas de todas las artes, todos ellos (¡los nuevos cantautores!) han encontrado un chollo en ese sector hiperventilado de la derecha. Allí estaban, literalmente “en los límites del humor”, y ahora les dan sentido. Y a veces hasta la razón.
Dijo Foxá, si no recuerdo mal, que no podría perdonar a los comunistas porque le habían hecho ser fascista. ¡Qué diría si le hubieran hecho considerar a Dani Mateo!