miércoles, 7 de noviembre de 2018

Rebelión

Calentitos del Postigo en Moscú


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Recuerden el chiste de abogados que Reagan contó a Edward Meese tras nombrarle secretario de Justicia: “¿Sabes por qué se ha decidido utilizar abogados en vez de ratones para la experimentación en laboratorios?” Y le dio tres motivos. “El tercero, el más importante, es porque había cosas que los ratones se negaban a hacer”.
En España tenemos los abogados del Estado, muy admirados, decía Pemán, por los generales, y medio admirados y medio temidos por los políticos. Los contribuyentes simplemente los padecemos. Ahora están en el candelabro de Sofía Mazagatos por ser los únicos funcionarios que no ven rebelión en el golpe catalán (yo tampoco veo a Hamilton en Junqueras ni a Tom Paine en Juliana), aunque los abogados del Estado tienen de su parte el galimatías, esa redacción torticera de los artículos sobre sedición y rebelión en el Código, reformado en su día para excluir de la rebelión la barretina, la chapela y la madreña y dejarla reducida al tricornio con bigote.
Otra cosa es que en el Estado de Partidos manda el consenso, no las leyes, con lo cual todo el mundo es muy del pensar de las tías solteronas de Santayana: “Puesto que todos somos pícaros, seámoslo al mismo nivel, con iguales oportunidades de abrirnos camino a una falsa eminencia”.
Por el consenso, la conciencia nacional se disuelve en acuerdos de reparto de poder territorial entre los partidos, que son, todos, facciones estatales asentadas en el sistema proporcional que anula la representación. El problema político España es la falta de representación que garantiza un sistema electoral que impuso Felipe González en representación (aquí sí) de la socialdemocracia alemana. Fraga, que venía de Londres, daba por sentado el mayoritario, pero González, entonces por la Urss de visita (con Guerra y Boyer) a Breznev, aunque sólo los recibió Suslov, insistió en el proporcional y, a cambio, aparcaba la República, que en esto consistió nuestra libertad constituyente.

Ahora, los rebeldes.