Ernest Jünger
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El lord chancellor de Sánchez, Pepe Borrell, se suma al ejército que levanta Manu Macron contra el fascismo americano, según Tom Wolfe uno de los grandes fenómenos inexplicados de la astronomía moderna: esto es, que la tenebrosa noche del fascismo se cierne siempre sobre los Estados Unidos, pero toma tierra únicamente en Europa.
Contra el recuerdo de Patton rompiendo por las Ardenas, Macron pone el recuerdo de Napoleón camino de la batalla de Jena (los cascos de los caballos inspiraron a Hegel, ¡y se nota!, su “Fenomenología del Espíritu”), y Borrell, el recuerdo de nuestro “invicto general”, que ya sabemos para qué quieren desenterrarlo.
Millán Astray preparaba una arenga y pidió un adjetivo para “Ejército” a Foxá, que le dio “invicto”:
–Como se ha pasado la vida peleando medio ejército contra el otro medio, nunca ha podido ser vencido.
Ahora se trataría de morir por el “patriotismo constitucional” de Rivera, el nadador, que no ha leído a Kant, pero que ve imperativo categórico en unos textos pasteleados en el 78 por Abril, ingeniero agrónomo, y Guerra, director teatral, en Casa Manolo, frente al Teatro de la Zarzuela, con lo que Borrell, para su banderín de enganche, hará como aquel capitán de Flandes que para completar las levas encerraba en una bodega madrileña a los perroflautas de la época y sólo los soltaba cuando firmaban.
Merkel, Macron y Borrell se perfilan, pues, como el pelotón spengleriano que salvará la civilización de Bruselas (¡ríanse del sueño de Dostoyevski en Dresde!), y la prueba de que van en serio es que Julio Rodríguez, el Pompeyo de Somalia, se ha desplegado en Madrid. Enfrente tenemos a Mattis, epígono del Patton que decía: “Recordad que ni un solo hijo de p… ganó jamás una guerra dando la vida por su país. La ganó haciendo a otros pobres cabrones idiotas morir por su país”.
Jünger estaba sentado en el tejado cuando pasó, en su bicicleta, el cartero, que sin bajarse le gritó estas tres palabras:
–¡Orden de movilización!