Todos los sindicatos de acuerdo...
...con la desnudada y abandonada a la intemperie dignidad de los funcionarios
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Como todos ustedes saben, tengo especial querencia por los funcionarios de prisiones, por tener muchos amigos en el gremio y ser dos de ellos las personas a las que más quiero. Estoy más o menos al día de sus cuitas y el caso es que a partir de mañana sábado y durante cuatro días esta “gente” se va a poner de huelga por muchos motivos graves, dolorosos y sobre todo insultantes.
La huelga de los “boqueras”, como los llamaría el preso de tiempos de El Lute, no suele tener repercusión entre la opinión pública, pues los barandas del asunto suelen decretar unos servicios mínimos con mayor número de efectivos que en una jornada normal. La prensa no suele hacer mención a las reivindicaciones de los trabajadores penitenciarios y sólo cuando se hiere a un indefenso manifestante -uno perdió un ojo en Sevilla a causa del exceso de celo de otro del mismo ministerio, pero de distinto cuerpo que no tuvo claro el concepto de enemigo- las teles se dan por enteradas. Diez segundos como mucho y se pasa a los goles del Madrid.
En una huelga de “boquis”, como los llamarían los internos heroinómanos de finales de los 80 y principios de los 90, las actividades del centro se desarrollan sin mayor incidencia, suponiendo el mayor quebranto para la población reclusa desayunar a las nueve en vez de a las ocho y media, por la lógica charla indignada al relevo del recuento. Los funcionarios fuera de servicio, en sus días de descanso, se ponen a las puertas de las cárceles a la espera de los chicos de la prensa a los que contar sus quejas confiados en que las sacarán en los partes de las radios y al mediodía en los telediarios. Las sacan un momentito, pero como los “protestantes” son muy respetuosos, la noticia no tiene mayor trascendencia.
Quiero decir que los problemas de los funcionarios de prisiones no preocupan en absoluto al Gobierno de turno porque en estos tiempos lo que se demanda con educación y en pago a la debida justicia ni es noticiable ni merece la mínima atención.
A partir de mañana, “los guardias”, como les dicen los pastilleros y dementes de hoy, van a intentar que el señor ministro, un hombre del que se suponía no sólo amistad con lo justo sino dedicación exclusiva en su persecución, se entere por fin del abandono en el que tiene a esta tropa de su ministerio. Tropa armada de un bolígrafo que no sólo tiene que hacerse respetar por el habitual delincuente desarraigado que el ministro y el común del periodismo y público en general imagina, sino también con esos orates, ahora conocidos como enfermos psíquicos, que en un arrebato psicótico o esquizofrénico un día que no se toman la medicación deciden intentar matar. Este detalle no es exagerada posibilidad. Es situación casi corriente y por ello los funcionarios han de andar con cien ojos para que cada “loquito” -dicen ellos- tome sus pastillas. No es cosa de explicar el reparto, por falta de personal, que se hace para el fin de semana desde la enfermería y la imposibilidad de controlar el intercambio y venta de pastillas que se produce entre los internos. ¿Cuántas vidas han salvado los funcionarios de internos intoxicados? ¿Cuántas cada mes? El desconocimiento de la sociedad sobre el trabajo del colectivo es absoluto. Ellos dicen que sólo les quieren de verdad, pero se lo callan por políticamente incorrecto, los internos.
Los internos y la mayoría de los familiares. Unos porque saben donde duerme el hijo y otros agradecidos por el trato que se le da al pariente preso y a ellos mismos cuando lo visitan. Hay familiares que no. Familiares a los que se hace insoportable esta huelga y que no tienen reparo en gritarlo con ánimo de ofender a los funcionarios. Perros carceleros, dicen estas familias por escrito... y esbirros y represores. Lo dicen hoy y lo llevan diciendo los más de treinta años de mi compadre en prisiones. “Tu muerte me sale gratis” ó “¿Cómo le va el Simca?” bravuconeaba el Iñaki con vistas a los pabellones de Herrera condenado a más de trescientos años y que hoy toma ya chiquitos en el pueblo. Él y unos pocos como él no van a visitar este fin de semana al amigacho, al hijo, al hermano, porque los carceleros se han puesto de huelga, pisoteando los derechos de los internos y no es cosa de hacer el viaje en balde, por si se tarda en entrar.
Dice mi amigo que si al ministro don Marlaska y a varios de sus compañeros les llega el indignado escrito de la familia de los iñakis, es posible que les toque la vena sensible y dispongan una solución al respecto. Lo que no tiene claro es a qué colectivo dejarán contento.
¡Ah, por cierto! Imagino que no imaginan ustedes que esta pobre gente no tiene categoría de autoridad. Sí, sí, pertenecen al Ministerio del Interior. El de don Marlaska. Como la Policía Nacional y la Guardia Civil, pero los funcionarios de prisiones no son autoridad. Yo creo que eso les pasa por ser tan educados y respetuosos con las personas y las leyes.