Estos días azules y este sol de la infancia
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Pedro Sánchez, que juega a baloncesto, intenta vender en Marruecos un Mundial de fútbol España-Marruecos-Portugal.
–Sería el primer Mundial que se jugara en dos continentes.
Perico el Africano, como Rommel y como Escipión, no sólo por su esposa, Begoña, reina del desierto, sino por Infantino, el calvo de la Fifa que parece un nubio de “La Corte de Faraón”, y que en seguida que tiene un rato se planta en La Habana con una camiseta de delantero centro para Don Raúl.
Ni Marruecos ni Portugal sabían nada del Mundial, y ahí es donde surge el vendedor de alfombras que es Iván Redondo, que ignora lo que Pemán llamaba la sabiduría africana del blocao: aguantar, tener paciencia, salir pocas veces a la descubierta, además, claro, del chauchau (“un ‘Cuadernos para el diálogo’ traducido al marroquí”), utilísimo para la dilación y aplazamiento de lo que no está listo. Por ejemplo, el Mundial hispano-luso-marroquí, que tiene pocas probabilidades de salir, salvo que a la causa se sume Cuba, y ya tendríamos el Mundial de los tres continentes. Sólo es cuestión de convencer al “medio millón de vagos del partido comunista cubano” que dice Franceschi, y para eso nuestro Sánchez vuela a La Habana en su avión privado de ir al concierto de “The Killers” en Castellón de la Plana y con su médico privado de ir a un mitin “cortihero” en Chiclana.
¡El Eje La Plana, Chiclana, La Habana!
–Si violo la historia –dijo Dumas (y no lo oyeron nuestros novelistas)– es para hacerle hijos hermosos.
¿Y las elecciones?
El progre español es muy de la doctrina del derecho divino providencial, y acepta todo gobierno establecido de hecho, cualquiera que sea su forma, con tal de que le asegure su cocido, que es la nómina del Estado. En palabras de León XIII: “Desde el momento que en un país existe un poder constituido y en funciones, el interés común se encuentra ligado a este poder y por esta razón debe aceptársele tal como es”.
Por eso se dice que los editoriales del diario gubernamental parecen escritos por el Papa.