jueves, 16 de febrero de 2012

Martínez


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La vanguardia del proletariado en la capital de España atiende por Martínez, jefe de la Ugt y consejero de la Bankia del padre Piquer.

Pero ¿qué es lo que el obrero quiere? –preguntó Madariaga a un dirigente anarcosindicalista español en Oxford.

Lo que el obrero quiere es no ser obrero.

Bueno, pues esa conquista ya la tiene hecha nuestro Martínez, que tantas reliquias exhibe del Martínez el facha de Kim, arquetipo cañí del tardofranquismo: el sindicalismo vertical, el empleo para toda la vida, la cesta de Navidad, un colegio pijete para la prole…

La lucha de clases está hoy muy repartida. De los diez diputados más ricos en el Congreso, hay uno de Ciu, tres del Pp y seis del Psoe. Martínez, pues, sería un sindicalista-criado de Rubalcaba (príncipe de las tinieblas por falta de pago) al modo en que Haydn fue músico-criado del Príncipe de Estherazy, que un año en que prolongó su veraneo agotó la imaginación del compositor (obligado a escribir cuartetos para cada velada). Haydn presentó entonces su “sinfonía de los apagones”: cada músico se iba retirando y entregaba su vela, hasta que quedó un solo violín, dando lugar a la primera huelga de violines caídos.

¿Por qué Martínez carece de la elegancia sindical de Haydn? Porque Haydn fue un criado vienés, y Martínez, un señoritingo madrileño que para mantener a raya a sus descamisados sólo tiene que salir al balcón, entre Consejo y Consejo, y vocear lo de Evita:

¡Y ahora, todos a coro, maldecid conmigo a las cien familias que explotaron a Argentina durante dos siglos!

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