domingo, 19 de febrero de 2012

Los Kíes ("En este patio sobramos uno de los dos")

Garfía,
un Caco moderno, de Kíe

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Un pariente mío que que fue dominico en Caleruega, la patria del Santo, y que asoma con frecuencia por Salmonetes..., me pregunta que cosa son “los Kíes”, después de haberlos visto nombrados en lo que se puso de Miguel Montes. Pensaba uno que “el palabro” se había incorporado al idioma de la calle, como se han incorporado los tatuajes, los chándals y los porros carcelarios, pero se ve que aún quedan espíritus sin contaminar.

Cuenta la leyenda que un preso alemán de apellido Kyes acabó con un motín en Carabanchel, en los años 60, porque no le dejaban dormir la siesta. Tan grande era el respeto que el resto de los presos le tenía. El apellido se convirtió en símbolo de autoridad y en cada galería o Módulo de cada cárcel española hay uno o dos Kíes a los que no hay preso que los tosa... hasta que llega otro Kíe.

Un kíe es distinto a un preso rico. El difunto Jesús Gil, Mario Conde o el malayo Roca son ricos a los que se les ofrecen “machacas” para asearles el “chabolo”, hacer la compra en Economato sin guardar cola en el patio y por descontado velar por su seguridad ante otros internos abusones. Detrás del ofrecimiento suele estar el Kíe del módulo, que por lo general es alguien que en la calle fía kilos de chocolate y gramos de cocaína a los pequeños “ trapicheantes”, y al que se agradece la confianza y del que se teme el pago de una traición.

Al Kíe no le falta su peculio, pero no necesita alardear. Invita a café a “los chavalitos tiesos”, protesta ante el funcionario y de vez en cuando eleva una queja al Juez de Vigilancia, por... pongamos... que el café del desayuno está muy aguado.

El pucelano Juan José Garfia quizás haya sido uno de los mayores Kíes de las prisiones españolas. Juan José Garfia entendió que era más productivo ganarse la confianza de los psicólogos que la enemistad de los funcionarios y, como Montes Neiro, se metió a artista al tiempo que inflaba el ego de los técnicos penitenciarios orgullosos de su éxito. Garfia pinta fuentes blancas, azules y rojas y colorea al gusto de Arco la pared de un polideportivo. El escultor Montes y el pintor Garfia, dos de los últimos kíes, se han redimido por el arte.

Aún quedan irreductibles trastornados con los que no pueden los psicólogos y que no paran de hacer “kíadas”. Fernando V. A. le dijo a un etarra famoso:

-En este patio sobramos uno de los dos.


Hércules, un Kíe antiguo, con Caco