domingo, 19 de febrero de 2012

Julián en América. A ver cuándo prohíben esto de una vez

Las yemas de San Leandro devoradas por Julián en las Américas

José Ramón Márquez

Un aeroplano surca los aires con destino a América. En su interior, en la privilegiada clase business, viajan un torero y su apoderado. Julián López, el July, y Roberto Domínguez vuelan sobre el Atlántico con destino a Venezuela. Este viaje no es como otros; en este la responsabilidad atenaza al torero y al taurino. La ausencia de Julián de las grandes ferias del inicio de la temporada española es algo que les contraría a ambos enormemente y Venezuela se presenta como el lugar idóneo para dar el aldabonazo, para proclamar la injusticia que se comete con Julián dejándole fuera de los carteles en España.

Durante el viaje hablan poco. July se pone los cascos para ver la película y Roberto se entretiene en mirar la pantalla en la que un avioncito diminuto va marcando el rumbo de la aeronave mientras su cabeza vuela hacia algunas plazas en las que ha toreado. A veces se queda mirando a Julián y en seguida vuelve sus ojos al avioncito para distraerse. Ambos descabezan un sueñecito. En Mérida les espera una seria corrida de Ernesto Gutiérrez, divisa negro y oro, y July a doce mil metros sobre el océano piensa que quiere sus orejas.

Para ir a la Plaza, a dar la alternativa al Califa de Aragua, July elige el vestido turquesa y oro. Suena el clarín y sale el primero, el de la alternativa, y en seguida el segundo. July, magistralmente, obliga a embestir al animal pese a su sosería y, a base de mando y firmeza, muletea al toro a placer. La estocada al julipié sólo le sirve para obtener una oreja. Tras la vuelta al ruedo vuelve a la barrera contrariado por ese enésimo robo cometido contra él por un público ignorante que no pide las orejas con la fuerza que debiera y por el venal Presidente que no se aviene a sacar el pañuelo por segunda vez para otorgar la oreja que es potestativa del usía.

Cuando sale su segundo, July no está dispuesto a dejarse ganar la pelea a base de su mejor repertorio: redondos y pases cambiados por la espalda, trincherazos, circulares invertidos... todo ese nuevo toreo tan en boga actualmente que se hace por las traseras, ese neotoreo donde al toro en vez de las femorales se le ofrece el culo. Las gentes claman por el indulto al toro y July, en ese paroxismo, tras un julipié tendido y trasero y un descabello, consigue poner a todos de acuerdo y al fin obtiene los dos apéndices auriculares. Su alegría se desborda.

***


Roberto Domínguez, mientras tanto, está pensando, distraidamente, en otra cosas. Piensa en cuando se retiró de los toros, en la corrida de Fraile de Madrid, en la que tanto se le censuraba por no cruzarse. Piensa que este Julián López, en tantas tardes que le ha visto. Y luego, cuando repara en esas caritas, esos pitoncitos, esos platanitos inmaduros de los ernestogutiérrez, se le viene a la mente con nitidez la cara del Miura aquél de Pamplona, el Ojeroso, que tenía metro y medio de pitón a pitón y que se fue al desolladero sin orejas, lo mismo que estos becerretes de hoy en Mérida con los que July ha vuelto a escribir una nueva página del Cossío, al decir de sus propagandistas.