viernes, 22 de septiembre de 2017

Gettysburg

Majestad de jalifa y desprecios de sultán


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En Barcelona dicen que la democracia es votar, y en Madrid, que la democracia es cumplir la ley. Éste es el nivel de la cultura política en España.

Los catalanes nunca han movido un dedo por la democracia como forma de gobierno representativa de la sociedad (diputados de distrito), electiva del gobierno (elección directa y separada de ejecutivo y legislativo) y divisoria del poder estatal. Hijos del cojonudismo español o “derecho a decidir”, su democracia es votar lo que les salga del “nap” y para eso tienen a cuatro comunistas de granja que aspiran a recuperar el Círculo Ecuestre como (corte y checa) Casal Carlos Marx.
En cuanto a que la democracia es cumplir la ley, no sé. Lo leyó en un folio Rajoy, igual porque en La Moncloa se le calienta la boca al leer como a Lincoln se le calentó al hablar en Gettysburg, donde soltó su “boutade” más famosa: “Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (?) no desaparezca de la faz de la tierra”.
Si ya el franquismo pasaba por ser una dictadura paliada por el incumplimiento, esto de cumplir la ley en España viene a ser como lo de pagar en los toros. En Las Ventas había un abonado del “9” famoso porque nunca había entrado a la plaza de balde. ¿A cuántos que escriban de toros y paguen por verlos conozco? Pues más o menos a los mismos que, dictando leyes, las cumplan. (La tautología “Estado de Derecho” se usó para designar a aquellos Estados cuyos gobernantes cumplieran sus propias leyes.)

El Caballero Audaz decía que Manolete tenía majestad de jalifa y desprecios de sultán. Como Mariano, al decir de sus devotos y sin ánimo de comparar. Una tarde, en Madrid, después de una tanda de naturales buenos, un coñón le soltó: “¡Lo de siempre, Manolete!”

¡Baje “usté” aquí, “so venao”, que le voy a dar los veinte naturales que necesita! –contestó el matador.

Que es lo que, ante tanta ignominia, uno esperaba oír del director de lidia en España: no los naturales, claro, sino… ¡el “so venao”!