viernes, 8 de septiembre de 2017

Bailar




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Aquí está Rodas, aquí hay que bailar (“Hic Rhodus, hic saltus”), arranca Hegel su “Filosofía del Derecho”. Aquí está Barcelona, aquí hay que hacer algo.

“¡Hacer algo!” Hasta ayer, decir eso era incurrir en delito de “posverdá” y, desde luego, en crimen de “Alt Right”. Mas todo cambió. Ahora los finos analistas jalean al Estado con tal bizarría que a su lado Ramiro Ledesma suena como el “Soy rebelde” de Jeanette. En la TV, cosas del simultaneísmo, piden que con los “dreamers” de Forcadell se cumpla la ley, pero que con los “dreamers” de Obama no. También hay quien pide el 155. ¿Para qué? Ese artículo está en la Constitución como la cabeza de toro en Casa Sierra. Jurídicamente es una rueda de hámster que no lleva a ninguna parte, pero esto no lo sabe la gente; si no se aplica, es para que siga sin saberlo. Aplicable es el 116, pero conlleva la ruptura consensual, y con ella, el fin del 78. La derecha catalana nos trajo hasta aquí, aunque los palos se los lleve la greña jacobina, cuyos líderes hacen de tontos útiles. Han descubierto el cojonudismo a la española, que llaman “derecho a decidir”, una cosa que ya caricaturizaba Primo de Rivera en el teatro Calderón del pueblo de María Soraya: si ni la mentira ni la verdad son categorías absolutas y todo puede discutirse y resolverse por los votos, un domingo colocan una caja sobre una mesa y echan pedazos de papel en los cuales se dice si Dios existe (como se haría a los dos años en el Ateneo) o si España se debe o no se debe suicidar (como se hará el primero de octubre en Barcelona).

Culpar de inacción al Ejecutivo es no entender el Estado de Partidos, donde los poderes no están separados, sino confundidos: el Gobierno es la marmita de los consensos, donde el marmitero se limita a registrar los acontecimientos (de ahí la idoneidad de tener en ese puesto a un registrador), y envía el papeleo al ventanillo del poder “presque nulle” de Montesquieu, que pone las pólizas. Y a bailar.