Referéndum 1966
Hughes
Abc
Además de los recursos al Constitucional, el Gobierno ha arbitrado otra medida para evitar el referéndum catalán. Las fuerzas del orden han comenzado a indagar para encontrar urnas y papeletas. Incluso hemos visto a parejas de agentes vigilando imprentas. El referéndum no se celebrará, aseguró Rajoy, y para ello el camino pensado no pasa por suspender las funciones del órgano convocante, ni tomar medidas coercitivas previas sobre los organizadores.
El método va a ser ir a por lo inerte del asunto. Se va actuar sobre las papeletas. Evitarán que se vote no por imponer la Ley su propia letra, sino evitando que haya elementos físicos para hacerlo. Eliminando las urnas y las papeletas.
Igualmente habrá una institución del Estado sublevada y varios millones de personas movilizadas por partidos políticos (igualmente estatales) deseando cometer un acto ilegal, pero no podrán hacerlo –se piensa– no por falta de voluntad, ni por miedo a las consecuencias que se dibujan en el horizonte legal. No lo harán por la simple imposibilidad material de hacerlo.
Esto es como si para impedir los crímenes pasionales se confiscaran los cuchillos de las tiendas de menaje. Para impedir la independencia clausurarán los balcones donde proclamarla. No digo que esto no sea efectivo, pero tiene algo de fracaso declarado porque la ley no se hace cumplir, sino que se hace físicamente imposible su incumplimiento. No se hace cumplir, y a la vez tampoco se penaliza consecuentemente su incumplimiento.
El método elegido es intermedio y elude ambos supuestos. Ni se paralizará del todo el “procés” ni el peso de la ley caerá sobre los culpables. Caerá más bien sobre las urnas y las papeletas. Bastará con confiscarlas, convertidas en objetos ilícitos.
¡Las papeletas! Habrá un referéndum organizado con todo menos con ellas. Esto no sólo evitará el acto en sí. Evitará tener que hacer algo con los que voten.