Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Se acerca San Antonio y, para las novias sin novio, el columnismo feminista propone, con un elogio de la greña “engagée” de las “tricoteuses”, no el modelo Inès Marie Laetitia Églantine Isabelle de Seignard de La Fressange, sino el de Colau, probable alcaldesa de Barcelona, que veía razonable “quemar bancos”, y el de Carmena, probable alcaldesa de Madrid, que cree habernos traído “la democracia”.
El columnismo feminista desconoce las sinuosidades de la coquetería.
–La mujer no se viste para el hombre –le dijo Marbel a Ruano–. La mujer se viste siempre para la mujer.
Eso de “yo, que tanto luché por traer la democracia” impresiona mucho a los más jóvenes, que no saben que en los 80 era como una muletilla de testigo de Jehová que te soltaban los progres para justificar su ascenso social.
Ibas al Rock-Ola a ver a los “Spandau Ballet”, que nos traían la “new wave”, y nunca faltaba un sociata pidiéndote un “marlboro” con el rollo de “nosotros, los demócratas”, igual que ahora a Arsuaga no se le cae de la boca el “nosotros, los intelectuales”.
–Como usted sabrá, yo soy un genio –saludó Jacinto Grau al indio Alberto Guillén.
–Toda mi vida he luchado por conseguir la democracia –le dijo Carmena a María Soraya, a la que llamó para quejarse de las críticas de Aguirre, “la marquesa” que creía que Carmena había militado en el partido comunista que postulaba la dictadura del proletariado, aunque, técnicamente, el proletariado era Carrillo, que, con el pretexto del “ruido de sables”, se puso a la cola del reparto de la herencia.
En el pregón de sus memorias, Otero Novas, el ministro de Suárez que, como el dinosaurio de Monterroso, estaba allí, describe lo que hay: “Estamos en un sistema político muy caudillista y muy oligárquico y algo democrático”.
El columnismo feminista ignora lo atildados (¿elegantes?) que fueron los divinos (maquillaje y tacones incluidos) Lenin y Robespierre, pues la impostura del desaliño sería cosa de Brecht.