Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El “selfie” de un yihadista ha llevado al Pentágono a bombardear un cuartel del Estado Islámico, aunque, después de los cuentos de Obama sobre la muerte de Bin Laden, cualquiera sabe.
En Salamanca, por una cosa como la del “selfie” yihadista, mandó Millán Astray a fusilar a Gecé, que ayudaba al general a montar los dos juguetes predilectos de la izquierda española: el Ministerio de Cultura y Radio Nacional.
–¡Caballero! ¡Cuádrate! Te voy a fusilar.
Estaban en el Instituto Anaya, donde Gecé debía montar la emisora. “Elvirita, ponte ahí y no hables –dijo Millán a su mujer–. Voy a dar una arenga. ¡Silencio!” Gecé no osó decirle que la emisora no funcionaba, y el legionario soltó la arenga, interrumpida por una bomba de la aviación republicana. “¿A quién se le ocurre presentarme en la Radio y hablar del Palacio de Anaya?” Gecé confesó, y salvó el pellejo.
Gecé es, entre miles de cosas, el teórico de un ciclismo obrero que fascinaría a Franco.
–El obrero y la obrera forman con la bicicleta su caravana de ida y vuelta de la fábrica… Nunca la pierna femenina adquiere mayor relieve ni mayor gracia…
En Madrid, con el “hashtag” de “Lo van a flipar”, el nuevo diputado Ramón Espinar (como dinastía, los Espinar parecen los Bush de la Comunidad) tuiteó (y luego borró) el “papeleo de toma de posesión como diputado en la Asamblea”. Es decir, de ingreso en la castocracia (el término, señoría, es de Stirner, no de Pablemos). Datos de aparcamiento del nuevo castócrata: “Bicicleta BH gris”.
¡La Revolución!
Y lo subversivo no es la bicicleta, sino la nómina del Estado para los muy estatales diputados de Madrid y esa pensión máxima a la que pueden acceder por acuerdo de la Asamblea en un 18 de julio, sin más oposición, entonces, que la de un tal Jordi Escuer, coordinador de Izquierda Unida-Latina.
–La bicicleta, este coche tan europeo, tan excelente y provechoso, el vehículo de la clase productora, del funcionario y del obrero.
Profeta Gecé.