Cartel de la cadena cuatro
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Por imponderables del currelo, tengo que comer muchos días en un bar de menú barato donde siempre está puesto el tele en la cadena cuatro. Allí, un chico joven que al parecer es periodista, presume de descubrir fascistas cada día, pareciéndole uno de los mayores el que manda en la Guardia Civil, al tiempo que predica sin desmayo el franquismo irreparable de los ministros de la nación. El joven suele sentar a su lado charlatanes hueros nacidos para hablar y condenados a no decir, a los que jalea con entusiasmo de júligan mientras corrige y recrimina la voz atemorizada del discrepante al que ha dejado entrar en su cortijillo.
El presentador de la cadena cuatro llegó a acusar, con el disimulo de informes de observadores, casi de asesinato a los guardiaciviles de Ceuta y Melilla que tantas calamidades padecen cumpliendo con sus exageradas obligaciones. El coro de buenos que se regocija en las peroratas televisadas y que ignora el gélido y sordo bucear guardiacivilero, intenta hacer creer, y me da que lo consigue, que rechazar las avalanchas de inmigrantes es fascismo, racismo, intolerancia y etcétera. El coro de buenos pide solidaridad a los españoles y que nos hagamos cargo de la desesperación subsahariana, que comprendamos su angustia y que demos de comer al hambriento y de beber al sediento. El coro de buenos tiene buenas intenciones, pero como todos los que se las dan de buenos, no tiene ni pajolera idea de lo que en verdad pasa en el Estrecho. Estos buenos de la cadena cuatro a mediodía son tan hipócritas que en vez de bajar a Ceuta y llevarse a sus casas una docena de nigerianos cada uno a los que dar comida y cama y ¡cómo no, trabajo!, se enfurecen por que el gobierno fascista no les permite cruzar una valla que está plantada para que no se salte, como la puerta de mi casa, y creo que la de los buenos de la cuatro, tiene una cerradura para que no le dé por entrar en casa a cualquiera que pase por delante. Oyéndolos hablar, parece que los buenos de la cuatro ponen el domicilio a disposición de la indigencia con salmos de esperanza. “..entrad y proveeros”, pero, no... los buenos de la cuatro piden dinero a otros, a usted y a mí, y mucho tacto a los que tienen por extraños y apestados, la Guardia Civil y Policía. La Guardia Civil y la Policía, usted y yo, que creemos que un país serio no puede permitirse el lujo de repartir lo que no tiene, somos una casta de insolidarios cuasifascistas que no sabemos abordar el problema y perseveramos en la injusticia. Ellos están libres de pecado, pues su misión, para eso son los buenos, es denunciar la arbitrariedad. Repararla es cosa de otros . Ellos, los buenos, no pueden pararse a practicar caridades y además su dinero es sagrado. El del Estado no es de nadie. Ellos no son Estado. Son los buenos. Los de la cuatro.