jueves, 20 de marzo de 2014

Andaluces ilegales

 El Califa de Córdoba

 Dedicatoria

El próximo de la lista


Francisco Javier Gómez Izquierdo

La célula comunista colocada en la Junta de Andalucía en unos despachos a los que llaman pretenciosamente Instituto Andaluz de Memoria Democrática, ya ha alumbrado su más amada criatura: “su” ley.

         Contamos aquí que el señor Diego Valderas dio a entender a su socia Susana que tenía compromisos con unos amigos y que habría que darles una ocupación para tenerlos entretenidos.  En esta tierra, acostumbrada al señoritismo, no sorprendió que una cuadrilla de entre los más listos del Partido Comunista de Andalucía se enchufara en San Telmo y se proclamaran necesarios anunciando una ley para reconciliar a todos los andaluces, como si los andaluces estuvieran enfadados entre sí.

A un profesor de Instituto cordobés, apellidado Naranjo, que tiene una hija que sale o salía con el jefe de las juventudes del PCA, apellidado Mariscal, le pusieron al frente de un negociado, cuyo único objetivo es acabar con el franquismo. Para este hombre, al que los suyos tienen por sabio, el franquismo es una calle Rodríguez de Valcárcel, una cruz en una peña, y barrios con nombre de personajes que tuvieron la maldad de ocupar cargos con Franco.

   Con la aparición el otro día de la ley de Memoria Democrática nos hemos enterado por sus principios generales de que el franquismo acabó el 11 de enero de 1982 (?), que Andalucía se enfrentó denodadamente al Ejército de Franco (?), que Andalucía es básicamente republicana (?), y que tras cualquier esquina puede aparecer un fascista.

    Los alguaciles del profesor del Instituto del Tablero, señor Naranjo, en aplicación de los artículos de su imprescindible ley, han señalado certeramente al mayor franquista de Córdoba, que no es otro que el rejoneador Antonio Cañero Baena, que tuvo la mala idea de regalar casi medio millón de metros cuadrados de su finca para que el franquismo de los años 50 hiciera casas para los necesitados.
   
Antonio Cañero nació en 1885 y en 1913 ya era capitán del Ejército. De 1920 a 1936 toreó en España, Francia , Portugal y en toda Hispanoamérica taurina, siendo su arte tan celebrado que hasta interpretó varias películas montado siempre en un caballo. En 1936, Cañero tenía 51 años y es rigurosamente cierto que se puso a las órdenes de Franco, como muchos de los progenitores de estos valentones aplaudidores de la reparadora ley.

    Antonio Cañero, un hombre rico, dió al obispo Fray Albino en 1950 unos terrenos para que éste procurara viviendas para los pobres... y los pobres, supongo que agradecidos, llamaron barrio de Cañero a las casas que lo conformaron. El alcalde comunista Herminio Trigo, en los 90, viviendo un servidor ya en Córdoba, inauguró una calle Antonio Cañero en el barrio por no ser de justicia que lo que Córdoba conoce por Cañero no tenga puesto el nombre en ninguna placa. Así ha sido hasta hoy, pues ya han avisado al alcalde que hay que cambiar el nombre de la calle que inauguró el señor Trigo. Con la nueva ley será blasfemia laica, y supongo que motivo de multa,  quedar en la gasolinera de Cañero, ir a un funeral a la iglesia de Cañero de la que nadie sabemos a quién está consagrada....  o vivir en Cañero, como muchos amigos de un servidor.

       El siguiente objetivo de la secta asentada en la Junta de Andalucía creo que va a ser Manolete, el dios cordobés.