La filosofía de Nietzsche presenta una analogía importante con los evangelios -o, al menos, creo que puede entenderse a partir de esa analogía-. Lo importante no es la muerte, sino la resurrección. La muerte es el resultado del esfuerzo destructor de Zaratustra: el paisaje desolado que queda tras el descubrimiento de la ausencia de fundamento. La resurrección es la afirmación de la vida más allá del ejercicio destructor. La resurrrección es la obra del Nietzsche constructor, del Nietzsche poeta, del Nietzsche que acepta su enfermedad como afirmación de la tristeza, de lo profundo, de la vida.