jueves, 10 de febrero de 2011

Orquestas y solistas

El coronel Lobanovsky

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Trae Don Ignacio a Salmonetes... al gran Dynamo de Kiev de Valery Lobanovsky, aquel Van Gaal sin palabras que movía la cabeza como si fuera esquizofrénico. Y viene a cuento, pues en esta necedad peninsular de confundir la trompeta con la orquesta, es oportuno separar el fútbol del futbolista.

El Madrid de Muñoz, el Ajax de Kovacs, el Milán de Sacchi, y el Barça de hoy son equipos de leyenda. Su grandeza no se la prestó un jugador, por mucho IRPF que dejaran en la sociedad los Di Stéfano, Cruyff, Van Basten ó Messi. Los entrenadores hicieron equipos de fútbol y sus presidentes les pidieron títulos.
El difunto Lobanovsky –¡¡qué mala muerte cuentan que tuvo!!- no pudo contar con estrellas argentinas o brasileñas y siempre supo que había de valerse de “su huerto y de su olivo”, para preparar banquetes.

Mi memoria es muy traicionera, pero como nadie me va a reñir, me atrevo a decir que cuando el Atlético jugó la final de la Recopa la prensa española hablaba de Zavarov como el “Butragueño del hielo”, en vez de bautizar a Butragueño como el “Zavarov de la tierra de los conejos”. A fin de cuentas, Igor Belánov, un Toquero con un poquito más de pelo, colaba más goles que el estandarte de una Quinta que fue venerada, merced a los tantos del intruso Hugo Sánchez.

Cuando se estrenó la película Evasión o Victoria, en la que aparecen Pelé, Ardiles, Deyna y muchos otros, supe que la historia estaba basada en un partido de futbolistas de la Alemania nazi contra famélicos jugadores del Dínamo a los que en el descanso del encuentro las autoridades hitlerianas amenazaron con el paredón, si se atrevían a ganar a los alemanes. Por supuesto, saltaron al campo y ganaron. De lo contrario no hubieran inspirado películas. Varios de aquellos futbolistas ucranianos murieron en campos de concentración por su osadía. Ni que decir tiene que estas cosas gustan a los aficionados y hacen mirar con buenos ojos a descendientes de héroes tan altruistas.

De aquél Dínamo recuerdo mucho a Rats, –un Xabi Alonso con pinta de Beattle- y por supuesto a Blokhin, todo un icono del fútbol ochentero... pero lo que mejor recuerdo son las malas costumbres arbitrales con los equipos soviéticos. Contemporáneos fueron la Juventus de Platini, que se llevó a Zavarov; el Liverpool; el Milán de Sacchi; el Oporto de Futre; clubes que manejaban dinero e influencias, armas destructivas con las que ni soñaba el fútbol ucraniano.

Ayer jugó Messi contra Cristiano y no Portugal contra Argentina, y es que cada vez queda menos gente seria en esto del balompié.