El escritor Felipe Alcaraz, doctor en Filología Románica, fue presidente del PCE, portavoz de IU en el Congreso de los Diputados y profesor en la Universidad de Jaén. Dedicado ahora a la literatura, ha publicado su séptima novela, «La conjura de los poetas» (Almuzara), una reivindicación del poeta suicida Javier Egea, del que fue amigo y del que Bartleby publicará en breve su poesía completa.
—¿Qué guerras son más sangrientas, las políticas o las poéticas?
—Las poéticas también son muy duras, aunque disfrazadas de ternura.
—Al ver su novela alguien exclamó que «¿por qué hurgar en la herida?»
—Qué herida. No hay herida. El problema es que a Egea se le ha querido condenar a una segunda muerte, en este caso por silencio, ese gran poder que parece que nadie ejerce. Egea es el gran poeta desde Lorca en Granada. Son Lorca y Egea, aunque se le haya querido negar por razones políticas y de mercado, y en coincidencia con el momento en que Felipe González declara que el socialismo también es crecimiento económico… Bartleby publicará ahora los siete títulos de Egea en un tomo.
—Pero Almuzara, que ha publicado su novela «La conjura de los poetas», ha querido publicar la poesía de Egea y no la han dejado…
—Eso lo lleva el albacea… Antes de suicidarse, Egea hizo la antología definitiva de su obra para Lumen, que nunca la publicó, algún día se sabrá por qué.
—Pero han rechazado que el profesor Antonio Molina Flores, que ya tenía el prólogo escrito para Almuzara, fuese el editor…
—Eso no lo conozco. Parece que es que ya había una negociación larga con Bartleby.
—El albacea exigía que constara que Egea era «poeta materialista»…
—Egea se encierra en la Isleta del Moro en el 80 y frente a la poesía del yo puro, libre, incondicionado, profundo, crea una poesía hecha desde el punto de vista de la explotación, en absoluto panfletaria, y que no es la poesía social de los cincuenta… Yo tuve una bronca con él por su admiración por Góngora; él sintetizó a Góngora y a Marx, aunque él hablaba de Garcilaso y Lenin… El otro día un periodista le preguntó al multimillonario Warren Buffet si existía la lucha de clases, y contestó: «Sí, y la vamos ganando nosotros».
—¿Los adjetivos, aún el de materialista, no le restan al poeta?
—Egea elabora una línea, que es la de Alberti, Vallejo, Pasolini y Brecht, entre otros, y la eleva a un nivel muy alto. Lorca y él son los grandes en el siglo XX, si no ahí están «Paseo de los tristes» y «Troppo mare».
—¿Lorca y Egea a la misma altura?
—No es que estén a la misma altura, pero son dos grandes poetas.
—Volviendo a los adjetivos: en Latinoamérica, donde a los escombros se les dice ripios, materialista es el transportista de la construcción…
—Aquí también tiene varios sentidos. En este caso es en el del Materialismo Histórico, en el que señala Jairo García Jaramillo en «La poesía materialista de Javier Egea». Se parte de una poesía 'Otra', 'Distinta', que se pasa a la 'Experiencia', un apellido acuñado por el mercado, liderado por Luis García Montero y hegemónico hasta el año 2000, cuando hasta ellos renuncian a ese nombre. La Experiencia es el punto de llegada de la poesía de Gil de Biedma. Araceli Iravedra no mete a Egea en su estudio sobre la Experiencia ¿Cuál es la diferencia? Que desde el 82 la situación literaria en España es una resaca del mercado, y Egea no jugó ahí y sufrió un aislamiento terrorífico desde que publicó «Raro de luna».
—¿Es superior Egea a la Experiencia?
—No es un problema de calidades, sino de estructura ideológica. La poesía de Egea está destilada de una manera que le lleva a ser un gran poeta. Egea podía haber tirado por el realismo social y panfletario, y no lo hizo.
—Otro argumento que descartó a Molina Flores como editor de Egea es su supuesta pertenencia a la 'mafia rosa'. ¿Esos son los que no son suficientemente rojos?
—No se dice por eso, es por los premios literarios. Desde el 82, cuando todo es mercado, se crean grupos en torno a subvenciones y premios… En novela hemos vuelto a un mal XIX, en función de la venta de cada obra.
—¿Sólo los muertos viven de la poesía?
—Depende de si estás metido en los circuitos de la norma y el canon. En 1992 García Montero escribe unas «notas para una poesía de los seres normales». El mercado marca los contenidos y crea los lectores. Lo que no era Experiencia estaba fuera del mercado, y había hasta una cierta disciplina de grupo. «Habitaciones separadas» bate récords de ventas. Quizás influyó que Aznar apareciera con el libro en el Congreso de los Diputados. El editor de ese libro declaró: «Este poeta está avalado por el mercado».
—¿Fue de los que se molestó con la visita de Aznar a Alberti?
—Hombre, pues sí.
—¿No fue esa visita un avance en la concordia y la convivencia?
—Siempre que luego no se utilizara la foto de manera política.
—¿Qué consecuencia desagradable le ha traído su novela?
—Ninguna, salvo el silencio y el vacío.
—Las poéticas también son muy duras, aunque disfrazadas de ternura.
—Al ver su novela alguien exclamó que «¿por qué hurgar en la herida?»
—Qué herida. No hay herida. El problema es que a Egea se le ha querido condenar a una segunda muerte, en este caso por silencio, ese gran poder que parece que nadie ejerce. Egea es el gran poeta desde Lorca en Granada. Son Lorca y Egea, aunque se le haya querido negar por razones políticas y de mercado, y en coincidencia con el momento en que Felipe González declara que el socialismo también es crecimiento económico… Bartleby publicará ahora los siete títulos de Egea en un tomo.
—Pero Almuzara, que ha publicado su novela «La conjura de los poetas», ha querido publicar la poesía de Egea y no la han dejado…
—Eso lo lleva el albacea… Antes de suicidarse, Egea hizo la antología definitiva de su obra para Lumen, que nunca la publicó, algún día se sabrá por qué.
—Pero han rechazado que el profesor Antonio Molina Flores, que ya tenía el prólogo escrito para Almuzara, fuese el editor…
—Eso no lo conozco. Parece que es que ya había una negociación larga con Bartleby.
—El albacea exigía que constara que Egea era «poeta materialista»…
—Egea se encierra en la Isleta del Moro en el 80 y frente a la poesía del yo puro, libre, incondicionado, profundo, crea una poesía hecha desde el punto de vista de la explotación, en absoluto panfletaria, y que no es la poesía social de los cincuenta… Yo tuve una bronca con él por su admiración por Góngora; él sintetizó a Góngora y a Marx, aunque él hablaba de Garcilaso y Lenin… El otro día un periodista le preguntó al multimillonario Warren Buffet si existía la lucha de clases, y contestó: «Sí, y la vamos ganando nosotros».
—¿Los adjetivos, aún el de materialista, no le restan al poeta?
—Egea elabora una línea, que es la de Alberti, Vallejo, Pasolini y Brecht, entre otros, y la eleva a un nivel muy alto. Lorca y él son los grandes en el siglo XX, si no ahí están «Paseo de los tristes» y «Troppo mare».
—¿Lorca y Egea a la misma altura?
—No es que estén a la misma altura, pero son dos grandes poetas.
—Volviendo a los adjetivos: en Latinoamérica, donde a los escombros se les dice ripios, materialista es el transportista de la construcción…
—Aquí también tiene varios sentidos. En este caso es en el del Materialismo Histórico, en el que señala Jairo García Jaramillo en «La poesía materialista de Javier Egea». Se parte de una poesía 'Otra', 'Distinta', que se pasa a la 'Experiencia', un apellido acuñado por el mercado, liderado por Luis García Montero y hegemónico hasta el año 2000, cuando hasta ellos renuncian a ese nombre. La Experiencia es el punto de llegada de la poesía de Gil de Biedma. Araceli Iravedra no mete a Egea en su estudio sobre la Experiencia ¿Cuál es la diferencia? Que desde el 82 la situación literaria en España es una resaca del mercado, y Egea no jugó ahí y sufrió un aislamiento terrorífico desde que publicó «Raro de luna».
—¿Es superior Egea a la Experiencia?
—No es un problema de calidades, sino de estructura ideológica. La poesía de Egea está destilada de una manera que le lleva a ser un gran poeta. Egea podía haber tirado por el realismo social y panfletario, y no lo hizo.
—Otro argumento que descartó a Molina Flores como editor de Egea es su supuesta pertenencia a la 'mafia rosa'. ¿Esos son los que no son suficientemente rojos?
—No se dice por eso, es por los premios literarios. Desde el 82, cuando todo es mercado, se crean grupos en torno a subvenciones y premios… En novela hemos vuelto a un mal XIX, en función de la venta de cada obra.
—¿Sólo los muertos viven de la poesía?
—Depende de si estás metido en los circuitos de la norma y el canon. En 1992 García Montero escribe unas «notas para una poesía de los seres normales». El mercado marca los contenidos y crea los lectores. Lo que no era Experiencia estaba fuera del mercado, y había hasta una cierta disciplina de grupo. «Habitaciones separadas» bate récords de ventas. Quizás influyó que Aznar apareciera con el libro en el Congreso de los Diputados. El editor de ese libro declaró: «Este poeta está avalado por el mercado».
—¿Fue de los que se molestó con la visita de Aznar a Alberti?
—Hombre, pues sí.
—¿No fue esa visita un avance en la concordia y la convivencia?
—Siempre que luego no se utilizara la foto de manera política.
—¿Qué consecuencia desagradable le ha traído su novela?
—Ninguna, salvo el silencio y el vacío.